Les vamos a ofrecer hoy dos crónicas de lo que sucedió ayer, 2 de mayo, en La Maestranza de Sevilla. Una de D. Antonio Lorca para El País y la otra de D. Francisco Mateos de Sevilla Taurina, portal taurino que ha sido vetado por la empresa Pagés; creerán los empresaros de Sevilla que así acallan el clamor que se levanta por momentos en contra de su gestión al frente de La Maestranza que ya han convertido en plaza portatil de pueblo.
LAS CRÓNICAS:
D.Antonio Lorca para El País:
El maestro está triste
El Pilar / Esplá, El Cordobés, Conde
Toros de El Pilar, bien presentados, blandos, muy nobles y de buen juego; destacó el quinto.
Luis Francisco Esplá: media y tres descabellos (silencio); estocada y tres descabellos (silencio).
Manuel Díaz El Cordobés: estocada (ovación); estocada -aviso- y dos descabellos (ovación).
Javier Conde: pinchazo y media baja (silencio); pinchazo y estocada (pitos).
Plaza de la Maestranza. 2 de mayo. Decimoséptima corrida de feria. Lleno.
Toros de El Pilar, bien presentados, blandos, muy nobles y de buen juego; destacó el quinto.
Luis Francisco Esplá: media y tres descabellos (silencio); estocada y tres descabellos (silencio).
Manuel Díaz El Cordobés: estocada (ovación); estocada -aviso- y dos descabellos (ovación).
Javier Conde: pinchazo y media baja (silencio); pinchazo y estocada (pitos).
Plaza de la Maestranza. 2 de mayo. Decimoséptima corrida de feria. Lleno.
Luis Francisco Esplá vino a despedirse a Sevilla después de quince años de ausencia y se fue sin decir adiós. Pero, hombre... El maestro estaba triste, sin duda, o era víctima de una mala digestión. Pero el mal semblante se le notaba, y no se supo si es porque se va definitivamente o porque ya no volverá a pisar el ruedo sevillano. Sea como fuere, qué despedida más desangelada, qué rara... La verdad es que siempre se ha dicho que los toreros son raritos.
Ni un capotazo para el recuerdo, ni siquiera un par de banderillas
Y mire usted que Sevilla se portó bien. Después de tan prolongada ausencia, va y lo saca a los medios al finalizar el paseíllo para dedicarle una cariñosa ovación. Hay quien dice, sin embargo, que quien tenía que haber aplaudido era él por permitírsele que se despida de una plaza donde se le conoce poco; pero dejémoslo ahí. A partir de entonces, era lógico pensar en una disposición, una motivación, un afecto, una alegría... En fin, una despedida de maestro. Pues, no. Esplá se ha despedido de Sevilla desabrido, anodino y desangelado. Ni un capotazo para el recuerdo; siquiera un par de banderillas, pues se negó a ello en ambos toros, y sólo algún esbozo de naturales en su primero; pero todo con escaso ánimo y menos consistencia. Es verdad que su lote pecó, acaso, de sosería, pero no menos que la que él demostró durante toda la tarde.
Triste, pues, la despedida de quien se esperaba que dejara en esta plaza el sello de una torería que se ha ganado al cabo de una trayectoria tan respetable como irregular. Pero, después de la ovación de recibimiento, la reprimenda: para ese viaje no se necesitan alforjas. Dicho de otro modo: para esa cara tan triste se queda uno en casa o da una copita en la feria a los amigos y todos tan contentos. La tristeza de Esplá, si no es producto de una mala digestión, es difícilmente digerible. Adiós, muy buenas.
Menos mal que estaba El Cordobés, que es un hombre simpático, sonriente siempre, con una vis cómica que le permite conectar rápidamente con los tendidos. El problema es que como torero no resiste el más mínimo análisis crítico. Es un diestro de plazas portátiles, y la Maestranza le viene grande, muy grande. Le tocaron en suerte, primero, un bombón, y, segundo, el toro más noble y que más ha durado en la muleta de toda la feria. Dio unos tres mil trapazos, contados uno a uno, pero no toreó absolutamente nada. Carece de los mínimos recursos lidiadores, ahoga las embestidas, da medios pases, y, cuanto más mejora el toro, peor lo hace el torero. Pero muy sonriente siempre... Desaprovechó su buena suerte y fue una pena que el quinto, que embestía con fijeza y los pitones por el albero, se fuera sin torear. La verdad, dicho sea sin acritud, es que El Cordobés torero es un horror. Y no hay adjetivo posible cuando se empeña en hacer el salto de la rana. Menos mal que el hombre es simpático y tiene cara de buena gente.
Y Javier Conde ni es triste ni es simpático. ¿Entonces? Es hierático; tiene porte de modelo y una mirada altiva. Es un torero posmoderno. Torear no torea, eso sí. Su ánimo lo tiene prendido con alfileres; el sitio, perdido, es un mar de dudas y le pueden la inseguridad y la desconfianza. Naufragó ante el suave y dulce tercero, con el que, incomprensiblemente, no se entendió, y nadó entre la sosería ante el más parado cuarto, que había empujado de verdad en el caballo y llegó sin codicia a la muleta. Pero Conde no pierde nunca la compostura. Conde es modelo.
Ni un capotazo para el recuerdo, ni siquiera un par de banderillas
Y mire usted que Sevilla se portó bien. Después de tan prolongada ausencia, va y lo saca a los medios al finalizar el paseíllo para dedicarle una cariñosa ovación. Hay quien dice, sin embargo, que quien tenía que haber aplaudido era él por permitírsele que se despida de una plaza donde se le conoce poco; pero dejémoslo ahí. A partir de entonces, era lógico pensar en una disposición, una motivación, un afecto, una alegría... En fin, una despedida de maestro. Pues, no. Esplá se ha despedido de Sevilla desabrido, anodino y desangelado. Ni un capotazo para el recuerdo; siquiera un par de banderillas, pues se negó a ello en ambos toros, y sólo algún esbozo de naturales en su primero; pero todo con escaso ánimo y menos consistencia. Es verdad que su lote pecó, acaso, de sosería, pero no menos que la que él demostró durante toda la tarde.
Triste, pues, la despedida de quien se esperaba que dejara en esta plaza el sello de una torería que se ha ganado al cabo de una trayectoria tan respetable como irregular. Pero, después de la ovación de recibimiento, la reprimenda: para ese viaje no se necesitan alforjas. Dicho de otro modo: para esa cara tan triste se queda uno en casa o da una copita en la feria a los amigos y todos tan contentos. La tristeza de Esplá, si no es producto de una mala digestión, es difícilmente digerible. Adiós, muy buenas.
Menos mal que estaba El Cordobés, que es un hombre simpático, sonriente siempre, con una vis cómica que le permite conectar rápidamente con los tendidos. El problema es que como torero no resiste el más mínimo análisis crítico. Es un diestro de plazas portátiles, y la Maestranza le viene grande, muy grande. Le tocaron en suerte, primero, un bombón, y, segundo, el toro más noble y que más ha durado en la muleta de toda la feria. Dio unos tres mil trapazos, contados uno a uno, pero no toreó absolutamente nada. Carece de los mínimos recursos lidiadores, ahoga las embestidas, da medios pases, y, cuanto más mejora el toro, peor lo hace el torero. Pero muy sonriente siempre... Desaprovechó su buena suerte y fue una pena que el quinto, que embestía con fijeza y los pitones por el albero, se fuera sin torear. La verdad, dicho sea sin acritud, es que El Cordobés torero es un horror. Y no hay adjetivo posible cuando se empeña en hacer el salto de la rana. Menos mal que el hombre es simpático y tiene cara de buena gente.
Y Javier Conde ni es triste ni es simpático. ¿Entonces? Es hierático; tiene porte de modelo y una mirada altiva. Es un torero posmoderno. Torear no torea, eso sí. Su ánimo lo tiene prendido con alfileres; el sitio, perdido, es un mar de dudas y le pueden la inseguridad y la desconfianza. Naufragó ante el suave y dulce tercero, con el que, incomprensiblemente, no se entendió, y nadó entre la sosería ante el más parado cuarto, que había empujado de verdad en el caballo y llegó sin codicia a la muleta. Pero Conde no pierde nunca la compostura. Conde es modelo.
la de D. Francisco Mateos para Sevilla Taurina:
Deshonores.
Tantas mamarrachadas de corridas (en presentación y juego) que ha colado la empresa de la Maestranza a precio de producto de lujo, con las que los toreros apenas podían hacer nada ante tal grado de descastamiento, mansedumbre y podredumbre, y cuando por fin sale una corrida de toros como Dios manda, la empresa que coloca a toreros -al menos dos de los tres- que todos sabíamos que no iban a estar a la altura. Ya se criticó -escrito está- que no se entendía las presencias ni de El Cordobés ni de Javier Conde, que no se lo han ganado. Y la presencia de Esplá sólo estaba justificada por la lógica sensibilidad de un adiós a un torero de una profesionalidad contrastada.
La corrida de toros El Pilar ha sido lo que se dice un auténtico corridón de toros. Bien presentada, que es lo mínimo exigible de entrada, el juego ha sido espectacular. Sin duda, la mejor corrida de la Feria. Practicamente los seis toros ha tenido un comportamiento muy bueno, con algunos excelentes, como el segundo, tercero y quinto; sólo el primero manseó más y se dejó menos. Si dudábamos de los toreros, estaba claro que con tan excelente material sus carencias iban a quedar aún más en evidencia. Los tres fueron protagonistas de deshonores.
Deshonor de Luis Francisco Esplá a la sincera y sentida ovación del público sevillano tras el paseíllo, obligándole a saludar. Cuando Sevilla te hace eso, en Sevilla hay que darlo todo... Y es raro que Esplá estuviera como ha estado; vamos, que parece que ni ha estado. Parecía que se había despedido antes de hacer el paseíllo. Justificándolo, en todo caso, en el mansito primero, lo del quinto no es entendible. Un toro noble, con juego, con arrancadas emocionantes, y con el que no sólo naufragó en una faena ejemplo del destoreo, sino que ni siquiera le puso las banderillas por última vez en la Maestranza.
Deshonor de Manuel Díaz 'El Cordobés', con un lote de Puerta del Príncipe. El primero y, sobre todo, el quinto toro, tenían las dos orejas colgando para cortárselas. En vez de sair de Sevilla por la Puerta del Príncipe con cuatro orejas, se va de vacío. Y eso que ha matado hasta bien, con lo cual más claro aún su falta de aprovechamiento de dos excelentes toros. Y el chaval parece que lo dio todo, que no ha sido dejadez, sino simplemente que está muy limitado y, por supuesto, infectado de su circuito natural de pueblos y plazas de polvaredas. Así de duro es el toreo.
Y deshnor de Javier Conde. No se puede brindar al público de Sevilla un gran toro como ese tercero para después tirar tres cartitas al aire... Eso es hacer deshonor a un brindis y a un público. Se le fue uno de los pocos grandes toros de la Feria. Y en el sexto, encastado y bravo, igual: desarbolado y acongojado. Y mientras se dejaba escapar dos toros de Puerta del Príncipe, muchos toreros con ganas de triunfo en sus casas parados... Y el año que viene, otra más para Conde, Canorea.
Y ahora la pregunta del millón:¿Quién tuvo la feliz idea de anunciar tan estrafalario cartel en pleno sábado de farolillos en la Maestranza? ¿Quién era el visionario que pensaba que El Cordobés y Conde iban a reventar la plaza si le salían buenos toros? Aquí hay que depurar responsabilidades. Basta ya de vetar a aquellos que decimos que ni Conde ni El Cordobés han justificado sus presencias en Sevilla. Pues no, Canorea: ni Conde ni El Cordobés se habían merecido, por méritos contraídos, torear en Sevilla, y si por hacer uso de esa libertad de expresión que después la realidad nos demuestra que era completamente cierto nos veta, pues allá usted con sus vetos en lo que cree que es su cortijo. Pero la solución no está en intentar acallar a la prensa. Usted sabrá. O no.
La corrida de toros El Pilar ha sido lo que se dice un auténtico corridón de toros. Bien presentada, que es lo mínimo exigible de entrada, el juego ha sido espectacular. Sin duda, la mejor corrida de la Feria. Practicamente los seis toros ha tenido un comportamiento muy bueno, con algunos excelentes, como el segundo, tercero y quinto; sólo el primero manseó más y se dejó menos. Si dudábamos de los toreros, estaba claro que con tan excelente material sus carencias iban a quedar aún más en evidencia. Los tres fueron protagonistas de deshonores.
Deshonor de Luis Francisco Esplá a la sincera y sentida ovación del público sevillano tras el paseíllo, obligándole a saludar. Cuando Sevilla te hace eso, en Sevilla hay que darlo todo... Y es raro que Esplá estuviera como ha estado; vamos, que parece que ni ha estado. Parecía que se había despedido antes de hacer el paseíllo. Justificándolo, en todo caso, en el mansito primero, lo del quinto no es entendible. Un toro noble, con juego, con arrancadas emocionantes, y con el que no sólo naufragó en una faena ejemplo del destoreo, sino que ni siquiera le puso las banderillas por última vez en la Maestranza.
Deshonor de Manuel Díaz 'El Cordobés', con un lote de Puerta del Príncipe. El primero y, sobre todo, el quinto toro, tenían las dos orejas colgando para cortárselas. En vez de sair de Sevilla por la Puerta del Príncipe con cuatro orejas, se va de vacío. Y eso que ha matado hasta bien, con lo cual más claro aún su falta de aprovechamiento de dos excelentes toros. Y el chaval parece que lo dio todo, que no ha sido dejadez, sino simplemente que está muy limitado y, por supuesto, infectado de su circuito natural de pueblos y plazas de polvaredas. Así de duro es el toreo.
Y deshnor de Javier Conde. No se puede brindar al público de Sevilla un gran toro como ese tercero para después tirar tres cartitas al aire... Eso es hacer deshonor a un brindis y a un público. Se le fue uno de los pocos grandes toros de la Feria. Y en el sexto, encastado y bravo, igual: desarbolado y acongojado. Y mientras se dejaba escapar dos toros de Puerta del Príncipe, muchos toreros con ganas de triunfo en sus casas parados... Y el año que viene, otra más para Conde, Canorea.
Y ahora la pregunta del millón:¿Quién tuvo la feliz idea de anunciar tan estrafalario cartel en pleno sábado de farolillos en la Maestranza? ¿Quién era el visionario que pensaba que El Cordobés y Conde iban a reventar la plaza si le salían buenos toros? Aquí hay que depurar responsabilidades. Basta ya de vetar a aquellos que decimos que ni Conde ni El Cordobés han justificado sus presencias en Sevilla. Pues no, Canorea: ni Conde ni El Cordobés se habían merecido, por méritos contraídos, torear en Sevilla, y si por hacer uso de esa libertad de expresión que después la realidad nos demuestra que era completamente cierto nos veta, pues allá usted con sus vetos en lo que cree que es su cortijo. Pero la solución no está en intentar acallar a la prensa. Usted sabrá. O no.
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