Reproducmos la crónica que escribe D. Carlos Crivell,para toros.com, sobre lo sucedido el la corrida de Feria de la Virgen de la Salud de Córdoba, ayer, jueves 28 de mayo.
LA CRÓNICA:
Cinco toros de Buenavista y uno, sexto, de Albarreal. Los de Buenavista, mal presentados, justos de fuerza y casta y deslucidos en general. El de Albarreal, mejor presentado, noble, pero sin fuerzas. Morante de la Puebla: metisaca, baja y siete descabellos (silencio tras aviso) y pinchazo y estocada Miguel Ángel Perera: estocada desprendida (una oreja) y estocada (saludos)
Daniel Luque: dos pinchazos y estocada (saludos) y dos pinchazos y estocada (saludos). Plaza de Córdoba, 6ª de Feria. Más de media plaza. Saludaron en banderillas Curro Robles y Joselito Gutiérrez.
No cabe completar un cartel más rematado que éste de Morante, Perera y Luque. Era bueno antes de Madrid; después de los sucesos venteños era mejor. Córdoba necesita una revisión urgente en materia taurina. No se trata ya de revisar las orejas que se conceden, inadmisibles en una plaza de primera. Tampoco es momento de clamar por el toro que se aprueba, totalmente impropio de una plaza de primera. Lo más grave es que en esta corrida sólo se ha cubierto algo más de la mitad de la plaza.
Lo que sucede en estos casos es que la realidad suele darle la razón a los ausentes. Lo cinco toros de Buenavista no dieron la talla ni en presentación ni en comportamiento. La ganadera no pudo lidiar la corrida completa; presentó raspas en lugar de toros, porque el tercero no valía ni para una novillada en plaza provinciana. La autoridad lo aprobó y así fue la cosa.
Este tipo de toros, que luego carecen de fuerzas y capacidad para repetir embestidas, es el causante de la deserción del respetable. Morante, que llegaba de poner el toreo en ebullición, sólo pudo dibujar algunos lances y muletazos de ensueño ante dos toros de pésima condición. El primero fue tan gazapón que debió cubrir varios kilómetros por la plaza sin dejar colocarse al torero. A semejante andarín, Morante le enjaretó dos tandas con la derecha sencillamente primorosas. Pero ese tipo de astados son deslucidos porque es difícil ligarle los pases.
Con el cuarto toreó el de La Puebla con el capote. Fueron unos lances a pies juntos al recibirlo y un quite por verónicas de calidad propia de este torero. Pero el toro era otra miseria viviente, un irracional incapaz de entender que había tenido la suerte de ser toreado por un artista único. Sólo fueron detalles, pero entre ellos se puede apuntar una trincherilla para un pintor. Hizo un esfuerzo, se arrimó, sacó pases sueltos y a otra cosa.
Perera es un torero seguro. Cómo serían los de Buenavista que sólo les pudo cortar una oreja. Sus dos toros fueron parecidos. Sin raza brava, apagados en la muleta y con ganas de irse a las tablas. Su labor con el segundo fue más intensa, más compacta, aunque uno no podrá entender que una figura de esa talla se deje dar una voltereta por un animal que lo ha avisado tres veces. Fue por el lado izquierdo y se salvó de milagro. Por encima de todo, mucha firmeza, valor seco y una técnica ideal para tirar de un toro mortecino.
El quinto fue tan malo que no lo dejó ni ligar los pases en una faena que resultó embarullada. Cuando quiso meterse entre los pitones, la gente no lo aceptó. Daniel Luque bordó el toreo con el capote. Sus lances, casi delantales, tuvieron aire fresco y limpieza, aunque también la profundidad del buen cante. Luque está lanzado. El tercero era muy chico. Embistió poco, pero Daniel lo obligó de principio a fin. Tras un bello comienzo a media altura, se estiró por la derecha mientras el simulacro de toro lo permitió. Siguió con esos pases encadenados por ambos pitones tirando la ayuda al albero, tan vistosos y sorpresivos. Y acabó con un arrimón de miedo entre los pitones, lo único que tenía el animal, para asustar a la asistencia. La espada se llevó el premio.
El de Albarreal le permitió dibujar pases relajados de gran belleza. El toro era noble pero no tenía fuerzas. Luque, con ganas irrefrenable de triunfo volvió a estar valiente en una faena que careció de unidad por la propia condición el astado, pero el esfuerzo fue notable. De Luque siempre hay que esperar algo más que un esfuerzo; está capacitado para torear muy bien. De nuevo falló con la espada.
Daniel Luque: dos pinchazos y estocada (saludos) y dos pinchazos y estocada (saludos). Plaza de Córdoba, 6ª de Feria. Más de media plaza. Saludaron en banderillas Curro Robles y Joselito Gutiérrez.
No cabe completar un cartel más rematado que éste de Morante, Perera y Luque. Era bueno antes de Madrid; después de los sucesos venteños era mejor. Córdoba necesita una revisión urgente en materia taurina. No se trata ya de revisar las orejas que se conceden, inadmisibles en una plaza de primera. Tampoco es momento de clamar por el toro que se aprueba, totalmente impropio de una plaza de primera. Lo más grave es que en esta corrida sólo se ha cubierto algo más de la mitad de la plaza.
Lo que sucede en estos casos es que la realidad suele darle la razón a los ausentes. Lo cinco toros de Buenavista no dieron la talla ni en presentación ni en comportamiento. La ganadera no pudo lidiar la corrida completa; presentó raspas en lugar de toros, porque el tercero no valía ni para una novillada en plaza provinciana. La autoridad lo aprobó y así fue la cosa.
Este tipo de toros, que luego carecen de fuerzas y capacidad para repetir embestidas, es el causante de la deserción del respetable. Morante, que llegaba de poner el toreo en ebullición, sólo pudo dibujar algunos lances y muletazos de ensueño ante dos toros de pésima condición. El primero fue tan gazapón que debió cubrir varios kilómetros por la plaza sin dejar colocarse al torero. A semejante andarín, Morante le enjaretó dos tandas con la derecha sencillamente primorosas. Pero ese tipo de astados son deslucidos porque es difícil ligarle los pases.
Con el cuarto toreó el de La Puebla con el capote. Fueron unos lances a pies juntos al recibirlo y un quite por verónicas de calidad propia de este torero. Pero el toro era otra miseria viviente, un irracional incapaz de entender que había tenido la suerte de ser toreado por un artista único. Sólo fueron detalles, pero entre ellos se puede apuntar una trincherilla para un pintor. Hizo un esfuerzo, se arrimó, sacó pases sueltos y a otra cosa.
Perera es un torero seguro. Cómo serían los de Buenavista que sólo les pudo cortar una oreja. Sus dos toros fueron parecidos. Sin raza brava, apagados en la muleta y con ganas de irse a las tablas. Su labor con el segundo fue más intensa, más compacta, aunque uno no podrá entender que una figura de esa talla se deje dar una voltereta por un animal que lo ha avisado tres veces. Fue por el lado izquierdo y se salvó de milagro. Por encima de todo, mucha firmeza, valor seco y una técnica ideal para tirar de un toro mortecino.
El quinto fue tan malo que no lo dejó ni ligar los pases en una faena que resultó embarullada. Cuando quiso meterse entre los pitones, la gente no lo aceptó. Daniel Luque bordó el toreo con el capote. Sus lances, casi delantales, tuvieron aire fresco y limpieza, aunque también la profundidad del buen cante. Luque está lanzado. El tercero era muy chico. Embistió poco, pero Daniel lo obligó de principio a fin. Tras un bello comienzo a media altura, se estiró por la derecha mientras el simulacro de toro lo permitió. Siguió con esos pases encadenados por ambos pitones tirando la ayuda al albero, tan vistosos y sorpresivos. Y acabó con un arrimón de miedo entre los pitones, lo único que tenía el animal, para asustar a la asistencia. La espada se llevó el premio.
El de Albarreal le permitió dibujar pases relajados de gran belleza. El toro era noble pero no tenía fuerzas. Luque, con ganas irrefrenable de triunfo volvió a estar valiente en una faena que careció de unidad por la propia condición el astado, pero el esfuerzo fue notable. De Luque siempre hay que esperar algo más que un esfuerzo; está capacitado para torear muy bien. De nuevo falló con la espada.
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