Reproducimos la crónica de D. Ángel González Abad para ABC, sobre lo scedido en la corrida de toros celebrada ayer, sábado 2 de mayo, en Las Ventas, dentro de las de la Feria de La Comunidad.
LA CRÓNICA
"Diego Urdiales y Luis Bolívar se salvan del Dos de Mayo"
MADRID. La primera en la frente. En el que abrió plaza se rememoró un auténtico Dos de Mayo -o 18 de julio, ¡vaya usted a saber!-. El rejoneador Javier San José, tras una discreta actuación, fue cogido de muy mala manera cuando intentaba descabellar al de Murube. A la enfermería, donde fue atendido de varias contusiones. Lío gordo, como en Malasaña. Coge la espada uno de sus auxiliadores, que las pasa canutas hasta escuchar el fatídico tercer aviso. El pueblo, entre la rechifla y la indignación. Y es que para comenzar la Goyesca, ya estaba bien. Alguno se acordaba de tardes de esplendor en esta fecha. Joselito en solitario, Ponce, José Tomás o Rincón, que comparados con el esperpento inicial...
Menos mal que Diego Urdiales puso enseguida las cosas en su sitio. Al noble boyancón primero, el riojano lo cuajó al natural. Antes, con la derecha, había trazado buenos muletazos a media altura. Con la izquierda lo exprimió. Valiente, templado, aguantando terribles parones y con buen gusto en unos ayudados por bajo finales. No hacía falta más. Estocada y una oreja.
El sobrero, un cinqueño grande como un tren, armado como un canalla y de criminales intenciones. Se lo demostró todo al picador Manuel Burgos, que estuvo valentísimo; a toda la cuadrilla en el tercio de banderillas y al matador con un derrote asesino al corazón al inicio de faena. Fue la guerra. El barrabás no tenía un pase y tras una estocada habilidosa respiraron Urdiales y el público.
Luis Bolívar, que no despegó en su primero, estuvo muy firme con el sexto, al que lució y dejó ver. Manso como toda la corrida de Carmen Segovia, pero repetidor en la muleta. Citó siempre de largo, dando importancia al toro y a su toreo. Una serie con la derecha muy metido y enrabietado elevó definitivamente el tono de la faena, hasta entonces marcada por las buenas intenciones del colombiano, por una excelente puesta en escena. La estocada valió la oreja que puso final a una tarde extraña, en la que Miguel Abellán no pasó de discreto con su lote.
Menos mal que Diego Urdiales puso enseguida las cosas en su sitio. Al noble boyancón primero, el riojano lo cuajó al natural. Antes, con la derecha, había trazado buenos muletazos a media altura. Con la izquierda lo exprimió. Valiente, templado, aguantando terribles parones y con buen gusto en unos ayudados por bajo finales. No hacía falta más. Estocada y una oreja.
El sobrero, un cinqueño grande como un tren, armado como un canalla y de criminales intenciones. Se lo demostró todo al picador Manuel Burgos, que estuvo valentísimo; a toda la cuadrilla en el tercio de banderillas y al matador con un derrote asesino al corazón al inicio de faena. Fue la guerra. El barrabás no tenía un pase y tras una estocada habilidosa respiraron Urdiales y el público.
Luis Bolívar, que no despegó en su primero, estuvo muy firme con el sexto, al que lució y dejó ver. Manso como toda la corrida de Carmen Segovia, pero repetidor en la muleta. Citó siempre de largo, dando importancia al toro y a su toreo. Una serie con la derecha muy metido y enrabietado elevó definitivamente el tono de la faena, hasta entonces marcada por las buenas intenciones del colombiano, por una excelente puesta en escena. La estocada valió la oreja que puso final a una tarde extraña, en la que Miguel Abellán no pasó de discreto con su lote.
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