martes, 26 de mayo de 2009

MADRID-LAS VENTAS. Crónica de la novillada del lunes 25 de mayo "LAS VENTAS, DESPEÑADERO DE LA CANTERA"


fotos Juan Pelegrin

Comentario de José Mª Martínez para 'TOROS CON RETRANCA'. La novillada de ayer, lunes 25 de mayo en Las Ventas dan para mucha charla y para mucho cabreo: que eficacia buscando novillos y poco arte buscado toros para las figuritas de cartón. Que estos muchachos, novilleros, se tengan que estrellar contra la mala baba de Madrid, mientras que hoy nos ponen una de bodas, bautizos y comuniones, tiene su mandanga y todo a mayor gloria de choperita que nos trae el arte sin igual de El Fandi por segunda vez a Las Ventas. ¡Que arte tiene choperita contando euros!; no se yo si se le podría encausar, visto lo que le pasó a Francisco Pajares, de homicidio frustrado por lo de ayer tarde.


Reproducimos la crónica, muy acertada, del Sr.Zabala de la Serna realizada para ABC:


LA CRÓNICA:


"Las Ventas, despeñadero de la cantera".


Las Ventas, más que un vivero de novilleros, es un despeñadero de la cantera. Cuando se presentó ese quinto sobre la arena con hechuras de toro de gache, destartalado, astifina res de sienes kilométricas, 538 kilos —dos menos exactos del límite legal, casualmente—, para el debutante Juan Carlos Rey, me acordé de Florito... Después de la paliza que se había llevado Francisco Pajares al entrar a matar al montado cuarto, que era otro toro, sí, toro, malencarado, y del giro terrorífico de Pablo Lechuga sobre los pitones del sanguinario segundo, otra prueba de fuego y angustia se nos venía encima. Los puyazos de El Pimpi frenaron la carnicería montaraz que se intuía contra el chaval. A Pimpi lo frieron a improperios; felicidades, torero de castoreño calado. La cosa cambió. Y aun así siguió descompuesta, en menor grado gracias al sabio piquero. Rey lo pasó de muleta con disposición, con los nervios más templados que en el anterior de su presentación, queriéndole hacer por abajo todo. Mató a la tercera como en su primero a la primera. O sea, por arriba. Más que digno debut madrileño.
Pajares pasó a la enfermería tras tirarse al volapié por dos veces más tieso que una vela, aun a sabiendas de que el berreón enemigo le esperaría con la cabeza por las nubes. Un volteretón terrorífico, de hachazos revoloteando por todas partes, sucedió a otro también de órdago. De chapó esa decisión para agarrar la tizona maltrecho y emprender de nuevo el camino del horror. Hasta entonces no le habían hecho ni puñetero caso, con el bicharraco pegando saltos por allí, pechazos brutos, cabezazos desabridos. La estocada del segundo embroque lo envió al infierno, y Madrid despertó en una ovación ante el orgullo torero y la tragedia.
Otro drama pudo suceder con el tercero, que, al contrario del cuarto, se quedó muy entero en el caballo. ¡Cómo cortaba ya en banderillas por el izquierdo! A Félix Estévez lo tuvo a tiro. Valiente en un par a aquel rayo demoniaco y eficaz con un solo palo después,alcanzó el callejón con la muerte en los talones de purito milagro. Lechuga, más firme que una roca, cayó herido de una puñalada en cuanto le remató una serie por el lado zurdo: se revolvió la prenda como El Vaquilla con la faca en la mano y lo cazó por atrás. Seca y veloz voltereta. No volvió el chico a atacar, inteligentemente, ni una vez más por el lado oscuro. Seguro sobre la mandona derecha, todavía tuvo que escuchar la soplapollez de que se le iba sin torear. Al sexto, otro tío que enseñaba amenazante las puntas por delante, lo majó Bernal en el caballo. Y aún la bestia quería abrasar con sus lenguas de fuego al pobre Lechuga, que se lo quitó de en medio como pudo.
Sólo el descarado y noble novillo que estrenó la alta y dura escalera de Guadaira —desde hace tiempo esto ha degenerado a pasos agigantados, y más sobre esas hechuras...— permitió a Pajares demostrar su concepto. Pero sin terminar de humillar y un punto gazapón.

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