
Comentario de José Mª Martínez para 'TOROS CON RETRANCA':
Antes de reproducir la interesante crónica del Sr. Zabala de la Serna, sobre la corrida que abrió la Feria de San Isidro 2009, jueves 7 de mayo, quisiera haceralgunasaloraciones sobre la misma.
No estoy de acuerdo con la crónica que publica D. Antonio Lorca, El País de hoy viernes 8 de mayo, en la que le adjudica el murmullo de las Ventas de ayer al hecho del reencuentro de amistades y conocidos. No fue esa mi impresión, creo más bien que el barullo, que no murmullo, de la plaza se debió a varias cosas importantes:
1º que los aficionados ya tienen las orejas tiesas con el asunto de los malísimos carteles de la feria de este año. Malestar quese ha extendido como una mancha de aceite en internet (multitud de blogs taurinos) y que ha terminado reflejánose en los medios de difusión convencionales.
2º que os aficionados no están por la labor de aguantar lo mismo que ha sucedido en Sevilla con las ganaderías, bochornoso espectáculo que hemos sufrido tade tras tarde y que mantiene a la aficiónsevillana en pie de guerra contra la empresa Pagés.
Dicho esto creo que lo que sucedió ayer en los tndidos de Las Ventas es probablemente elanuncio de cambios importantes en la actitud de la afición ante el fraudulento comportamiento de las empresas gestoras de los cosos taurinos. Me da a mi que no se va a pasar ni una en esta Feria de San Isidro y no me extrañaría que si el ganado que sale al ruedo continúa con el comportamiento del de ayer la cosa termine en incontenible tumulto, por no decir altercado público. Ya veremos.
LA CRÓNICA, del Sr. Zabala de la Serna para ABC.
"Justita oreja para Emilio de Justo"
No sé qué diría el maestro Rafael Campos de España de semejante tarde. Seguro que buscaría alguna salida elegante para no barrenar el puyazo sobre la corrida de Mantequilla, perdón, Martelilla, con que hemos estrenado San Isidro. A Rafael le han descubierto una placa «in memoriam» a la entrada del tendido del «2» en un acto que se ha convocado y difundido con silenciador. Quería dedicarle estas líneas a quien fue siempre un caballero cervantino, un señor. Seguro que se aferraría hoy al clavo ardiendo del sexto de la tarde, versión Casa de los Toreros, a las cosas de Emilio de Justo. Todo demasiado justito para suponer una oreja de Madrid. Es de suponer que de no ver nada de nada, pero absolutamente nada, al personal le supieron a gloria las tres series diestras (re)compuestas por De Justo, que se parece a José Miguel Arroyo «Joselito» hasta en la sonrisa. Y artísticamente se quiere parecer. O esa impresión causa. Justito todo, ya digo, el toro de fuerza y duración como la faena, con algún trallacillo que provocó que el pupilo de Gonzalo Domecq saliese perdiendo la horizontal. Algunos muletazos de (re)gusto, un trincherazo, los pases de pecho. Un circular invertido con cambio de mano incluido, después de insistir sin fruto por la izquierda, se aclamó tanto como la suerte suprema. La verdad es que Emilio de Justo ejecutó el volapié con rectitud, ligera y mínimamente desprendida la colocación la espada. De escuadra y cartabón. El gentío se desató ante lo único potable de dos horas infames, y el presidente accedió.
¡Y qué sobreros!El resto de los 120 minutos fue tan luctuoso como el principio de la corrida con el recuerdo de silencio para el matador mexicano Manuel Capetillo y Manolillo de Valencia, tan querido durante años en esta plaza. Si ve los tres cuarto de entrada en plena isidrada, no hubiera dado crédito. Tantos años tras la fórmula para acabar con la reventa y los Choperita han dado con la tecla: San Isidro 2009. A este paso se van a gastar en sobreros lo que se han ahorrado en toreros... ¡Y qué sobreros! ¡Cómo era ese galafate contrahecho y cinqueño que sustituyó al a su vez sobrero de Moisés Fraile! ¡Qué alzada! Emilio de Justo había apuntado un par de notables medias verónicas al titular de Martelilla, destartalado y lavado como una vaca vieja. Fue todo lo que pudo apuntar, pues el de Cascón —gran descubrimiento— embistió como un mulo pegajoso y andarín.
Joselillo quiso el hombre con un toro, el quinto, que sólo en la media distancia se desplazó. Luego era mentira y pegaba unos pitonazos desde la trinchera de no desplazarse ni emplearse. El arriesgado inicio de pases cambiados por la espalda quedó en gesto de voluntad. El feúcho segundo, con flequillo de fraile, ya desde su salida evidenció ausencia de fuerza y poder. Así fue. Y encima con guasita por el izquierdo. La estocada baja de Joselillo lo fulminó.
Eugenio de Mora le puso también fe con el cárdeno toro que inauguró la martelillada renqueante de los cuartos traseros. Suelto de carnes y suelto de cara, o sea, sin colocarla nunca abajo. Ni ritmo ni motor. De Mora saludó rodilla en tierra al cuarto, que descabalgó al piquero con uno de los primeros cabezazos que repartiría luego. El monosabio aguantó al caballo y se llevó una de las escasas ovaciones de la tarde. Vendrán días en que a un chaval con la izquierda se le valore menos que a un tío parapetado tras mil kilos de jaco.
No sé qué diría el maestro Rafael Campos de España de semejante tarde. Seguro que buscaría alguna salida elegante para no barrenar el puyazo sobre la corrida de Mantequilla, perdón, Martelilla, con que hemos estrenado San Isidro. A Rafael le han descubierto una placa «in memoriam» a la entrada del tendido del «2» en un acto que se ha convocado y difundido con silenciador. Quería dedicarle estas líneas a quien fue siempre un caballero cervantino, un señor. Seguro que se aferraría hoy al clavo ardiendo del sexto de la tarde, versión Casa de los Toreros, a las cosas de Emilio de Justo. Todo demasiado justito para suponer una oreja de Madrid. Es de suponer que de no ver nada de nada, pero absolutamente nada, al personal le supieron a gloria las tres series diestras (re)compuestas por De Justo, que se parece a José Miguel Arroyo «Joselito» hasta en la sonrisa. Y artísticamente se quiere parecer. O esa impresión causa. Justito todo, ya digo, el toro de fuerza y duración como la faena, con algún trallacillo que provocó que el pupilo de Gonzalo Domecq saliese perdiendo la horizontal. Algunos muletazos de (re)gusto, un trincherazo, los pases de pecho. Un circular invertido con cambio de mano incluido, después de insistir sin fruto por la izquierda, se aclamó tanto como la suerte suprema. La verdad es que Emilio de Justo ejecutó el volapié con rectitud, ligera y mínimamente desprendida la colocación la espada. De escuadra y cartabón. El gentío se desató ante lo único potable de dos horas infames, y el presidente accedió.
¡Y qué sobreros!El resto de los 120 minutos fue tan luctuoso como el principio de la corrida con el recuerdo de silencio para el matador mexicano Manuel Capetillo y Manolillo de Valencia, tan querido durante años en esta plaza. Si ve los tres cuarto de entrada en plena isidrada, no hubiera dado crédito. Tantos años tras la fórmula para acabar con la reventa y los Choperita han dado con la tecla: San Isidro 2009. A este paso se van a gastar en sobreros lo que se han ahorrado en toreros... ¡Y qué sobreros! ¡Cómo era ese galafate contrahecho y cinqueño que sustituyó al a su vez sobrero de Moisés Fraile! ¡Qué alzada! Emilio de Justo había apuntado un par de notables medias verónicas al titular de Martelilla, destartalado y lavado como una vaca vieja. Fue todo lo que pudo apuntar, pues el de Cascón —gran descubrimiento— embistió como un mulo pegajoso y andarín.
Joselillo quiso el hombre con un toro, el quinto, que sólo en la media distancia se desplazó. Luego era mentira y pegaba unos pitonazos desde la trinchera de no desplazarse ni emplearse. El arriesgado inicio de pases cambiados por la espalda quedó en gesto de voluntad. El feúcho segundo, con flequillo de fraile, ya desde su salida evidenció ausencia de fuerza y poder. Así fue. Y encima con guasita por el izquierdo. La estocada baja de Joselillo lo fulminó.
Eugenio de Mora le puso también fe con el cárdeno toro que inauguró la martelillada renqueante de los cuartos traseros. Suelto de carnes y suelto de cara, o sea, sin colocarla nunca abajo. Ni ritmo ni motor. De Mora saludó rodilla en tierra al cuarto, que descabalgó al piquero con uno de los primeros cabezazos que repartiría luego. El monosabio aguantó al caballo y se llevó una de las escasas ovaciones de la tarde. Vendrán días en que a un chaval con la izquierda se le valore menos que a un tío parapetado tras mil kilos de jaco.
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