Comentario de José Mª Martínez para 'TOROS CON RETRNCA':
Unanimidad, en todas las crónicas a las que acudido hay unanimidad, lo de ayer martes en Las Ventas fue pasarse siete pueblos, la cosa ve de mal en peor, el personal está hasta los mismísimos coj.... de aguantar semejante panorama y así lo demuestra el hecho de que la plaza no se llena ni a la de tres. Lo mismo un día de estos se ven toros en Las Ventas pero de momento vaya feria señores.
Por cierto, para los paniaguados de Digital+ lo que sucede en los tendidos carece de importncia y por tanto no nos muestran las imagenes de la bronca que se lia cada tarde en ese coso. Que buena persona demuestra ser Molesito con la empresa ¿por qué será?. Cómo decía la canción aquella de la pelicula Cabaret, ah si: Money Money Money .... la la la la lalala lalala.....
Repoducimos hoy la mágnifica crónica sobre la corrida de ayer, martes 6ª de la Feria de San Isidro que soportamos estóicamente en Las Ventas, de D. Antonio Lorca para El País:
LA CRÓNICA:
"Una divertida desvergüenza"
La lidia del cuarto de la tarde, de principio a fin, fue una desvergüenza; pero una desvergüenza divertida. Hay situaciones tan deplorables que sólo admiten la vertiente humorística. Unos se desgañitan y se acuerdan del árbol genealógico del presidente, del ganadero y del empresario, mientras otros se lo pasan en grande. Lo curioso es lo pronto que se olvida la afrenta y renace la esperanza. Para que luego hablen de la violencia de esta fiesta...
Miren lo que pasó: ese cuarto supuesto toro era un novillo impresentable con cara de gatito, paupérrimo de cara y esmirriado de pitón, por decir algo, a rabo. Comienzan las protestas. Se desploma en el caballo y queda patente su insufrible invalidez. La queja se convierte en clamor. Pero el presidente, que es quien lo había aprobado, decide no devolverlo. Imaginen el guirigay. Pero aún quedaba lo mejor: contra toda lógica, pero en su derecho, su matador, Antonio Ferrera, toma los palos con intención de banderillearlo, asunto que gran parte del público se lo recrimina con razón, mientras el resto se lo toma a choteo. Ferrera se olvida del mundo y llama al novillote, que acude presto, y, en el momento del embroque, ¡cataplás! y se derrumba a todo lo largo. La bronca ya es inenarrable. Lo cuida en el segundo par, y en el tercero, al quiebro junto a las tablas, se lleva la sorpresa Ferrera. Tras clavar y a la vista de que el animalito era más que debilucho, intenta lucirse andándole hacia atrás; pero el gatito tenía cuatro patas, sacó fuerzas de flaqueza y puso en apuros al torero. Tanto, que Ferrera tuvo que darse la vuelta y poner pies en polvorosa. Vamos, que no lo enganchó porque dos picadores le hicieron el quite. Que no se puede uno fiar ni de los gatos...
Ferrera cogió la muleta y el animal volvió a rodar por la arena en dos o tres esbozos de pases inconclusos, mientras se gritaba aquello de "fuera del palco", dirigido al presidente. Una estocada baja y se acabó el presente desaguisado.
Vergonzoso, sin duda; divertido, quizá. Triste, también, muy triste...
Pero la corrida no acabó ahí, ni mucho menos. La corrida de José Luis Pereda fue una mansada integral, como pocas pueden verse en una larga temporada. Para empezar, una presentación impropia de plaza de primera categoría: desde el becerrote cuarto hasta los dos bueyes últimos, y otros tres toros que carecían del mínimo trapío exigible. Pero mansos hasta la extenuación. Costó un mundo llevar el quinto al caballo, un zambombo que en cuanto notó la puya pegó un salto y huyó despavorido de hombres y capotes; el sexto llegó a entrar hasta cuatro veces, y en las cuatro salía pitando; y así, en mayor o menor medida, ocurrió con los demás. Todos embistieron con la cara por las nubes, sin clase y sin fijeza. Un regalo de corrida.
El otro problema es que los toreros actuales no están preparados para lidiar estos toros. No es culpa de ellos, no; la fiesta actual consiste en dar pases al toro tonto y no prevé la lidia del que plantea dificultades. Los toreros de hoy saben dar pases, con más o menos ciencia, pero no lidiar.
Iván Fandiño, un torero de Orduña que confirmaba la alternativa, fue el único de la terna que se las vio con un primer toro que le permitió confianza y al que le dio un par de tandas de muletazos con la mano derecha hilvanados, ligados y hondos. Tiene sabor este torero, y parecía que... Pero qué va. No se rompió, no le pudo el arrebato y su buen hacer se diluyó. Pasó las de Caín con el muy dificultoso sexto, que llegó a propinarle una fea voltereta que, felizmente, sólo le produjo una herida leve en la mano derecha. Morenito de Aranda esbozó el toreo a la verónica en su primero, al que dio muchos pases y ninguno bueno, y allí anduvo, con más voluntad que acierto, con el soso quinto. Y Ferrera banderilleó a su primero a toro pasado, aunque el gran público aplaudió a rabiar. Ferrera no se asomó al balcón, sino al lomo del toro, y eso es una engañifa. El animal llegó muy agotado al tercio final, y el torero le dio pases anodinos y lo mató con tanta desgana que llegó a pinchar hasta seis veces.
Todo, como verán, muy divertido, y, sobre todo, triste, muy triste...
Miren lo que pasó: ese cuarto supuesto toro era un novillo impresentable con cara de gatito, paupérrimo de cara y esmirriado de pitón, por decir algo, a rabo. Comienzan las protestas. Se desploma en el caballo y queda patente su insufrible invalidez. La queja se convierte en clamor. Pero el presidente, que es quien lo había aprobado, decide no devolverlo. Imaginen el guirigay. Pero aún quedaba lo mejor: contra toda lógica, pero en su derecho, su matador, Antonio Ferrera, toma los palos con intención de banderillearlo, asunto que gran parte del público se lo recrimina con razón, mientras el resto se lo toma a choteo. Ferrera se olvida del mundo y llama al novillote, que acude presto, y, en el momento del embroque, ¡cataplás! y se derrumba a todo lo largo. La bronca ya es inenarrable. Lo cuida en el segundo par, y en el tercero, al quiebro junto a las tablas, se lleva la sorpresa Ferrera. Tras clavar y a la vista de que el animalito era más que debilucho, intenta lucirse andándole hacia atrás; pero el gatito tenía cuatro patas, sacó fuerzas de flaqueza y puso en apuros al torero. Tanto, que Ferrera tuvo que darse la vuelta y poner pies en polvorosa. Vamos, que no lo enganchó porque dos picadores le hicieron el quite. Que no se puede uno fiar ni de los gatos...
Ferrera cogió la muleta y el animal volvió a rodar por la arena en dos o tres esbozos de pases inconclusos, mientras se gritaba aquello de "fuera del palco", dirigido al presidente. Una estocada baja y se acabó el presente desaguisado.
Vergonzoso, sin duda; divertido, quizá. Triste, también, muy triste...
Pero la corrida no acabó ahí, ni mucho menos. La corrida de José Luis Pereda fue una mansada integral, como pocas pueden verse en una larga temporada. Para empezar, una presentación impropia de plaza de primera categoría: desde el becerrote cuarto hasta los dos bueyes últimos, y otros tres toros que carecían del mínimo trapío exigible. Pero mansos hasta la extenuación. Costó un mundo llevar el quinto al caballo, un zambombo que en cuanto notó la puya pegó un salto y huyó despavorido de hombres y capotes; el sexto llegó a entrar hasta cuatro veces, y en las cuatro salía pitando; y así, en mayor o menor medida, ocurrió con los demás. Todos embistieron con la cara por las nubes, sin clase y sin fijeza. Un regalo de corrida.
El otro problema es que los toreros actuales no están preparados para lidiar estos toros. No es culpa de ellos, no; la fiesta actual consiste en dar pases al toro tonto y no prevé la lidia del que plantea dificultades. Los toreros de hoy saben dar pases, con más o menos ciencia, pero no lidiar.
Iván Fandiño, un torero de Orduña que confirmaba la alternativa, fue el único de la terna que se las vio con un primer toro que le permitió confianza y al que le dio un par de tandas de muletazos con la mano derecha hilvanados, ligados y hondos. Tiene sabor este torero, y parecía que... Pero qué va. No se rompió, no le pudo el arrebato y su buen hacer se diluyó. Pasó las de Caín con el muy dificultoso sexto, que llegó a propinarle una fea voltereta que, felizmente, sólo le produjo una herida leve en la mano derecha. Morenito de Aranda esbozó el toreo a la verónica en su primero, al que dio muchos pases y ninguno bueno, y allí anduvo, con más voluntad que acierto, con el soso quinto. Y Ferrera banderilleó a su primero a toro pasado, aunque el gran público aplaudió a rabiar. Ferrera no se asomó al balcón, sino al lomo del toro, y eso es una engañifa. El animal llegó muy agotado al tercio final, y el torero le dio pases anodinos y lo mató con tanta desgana que llegó a pinchar hasta seis veces.
Todo, como verán, muy divertido, y, sobre todo, triste, muy triste...
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