Comentario de José Mª Martínez para 'Toros con Retranca' sobre la corrida de toros, 2ª de San Isidro, de ayer viernes 8 de mayo.
No vamos a reproducir entera la crónica del Sr. Zabala de la Serna escrita para ABC puesto que no comparto todos sus argumentos. En contraste con su opinión creo que Leandro Marcos y Antonio Barrera demostraron una falta de conocimientos técnicos fundamentalkes para llevarse los toros 'al huerto', se les fueron y es fue todo.
No obstante si comparto la pinión sobre Sergio Aguilar, me gustó y mucho la actitud de este torero en el ruedo de Las Ventas.
LA CRÓNICA.
Absorto en la lectura de la faena de resurrección de Antoñete en el 65 a «Flor de Malva», que acaba de publicar dentro de los hitos de Las Ventas «6 Toros 6», nos dieron la siete y el golpe de campana de la cruda realidad. La corrida de Gerardo Ortega fue saliendo desigual, en escalera de dos en dos, con descaradas y astifinas encornaduras, así o asao, e igualada por el denominador común del genio, los pitonazos por arriba y la falta de poder en general. Si lo de ayer saca riñones, ruedan cabezas con esa violencia de cuello...
Los tres toreros se partieron, casi literalmente, la cara. Uno puede entender, incluso compartir, el ambiente de acritud que se respira por el ferión que nos han metido por los costillares. Pero nunca se debería trasladar la hosca censura a un trato injusto con un torero, y ayer se produjo una situación agria, o al menos de cruel ninguneo, con Sergio Aguilar. Su seco valor no halló eco. Y no sólo valor. En Madrid siempre hemos pretendido la verdad en el toreo, ¿no? ¿Y se puede estar más auténtico y puro que Aguilar? Y con la muleta más por abajo, sin pegar una encogetá ni una guiñá, ante ese manso y geniudo sexto que embestía tirando cornadas, pegando bocados, dificilísimo de templar con limpieza. ¡Pues se lo pasó cuarenta veces por las espinillas! Y con la zocata, queriéndolo hacer como si fuese una tora. Sergio Aguilar, sí, que ya al tercero le arrastró la muleta por debajo de la pala del pitón, embraguetado con naturalidad, en una serie de derechazos que dejó al personal indiferente. Al toro, que había embestido con mal estilo en el caballo y en capotes, lo convirtió en lo que no era a base de obligarlo. Momentos de alto concepto con la mano izquierda también. Momentos muertos con silenciador.....
Los tres toreros se partieron, casi literalmente, la cara. Uno puede entender, incluso compartir, el ambiente de acritud que se respira por el ferión que nos han metido por los costillares. Pero nunca se debería trasladar la hosca censura a un trato injusto con un torero, y ayer se produjo una situación agria, o al menos de cruel ninguneo, con Sergio Aguilar. Su seco valor no halló eco. Y no sólo valor. En Madrid siempre hemos pretendido la verdad en el toreo, ¿no? ¿Y se puede estar más auténtico y puro que Aguilar? Y con la muleta más por abajo, sin pegar una encogetá ni una guiñá, ante ese manso y geniudo sexto que embestía tirando cornadas, pegando bocados, dificilísimo de templar con limpieza. ¡Pues se lo pasó cuarenta veces por las espinillas! Y con la zocata, queriéndolo hacer como si fuese una tora. Sergio Aguilar, sí, que ya al tercero le arrastró la muleta por debajo de la pala del pitón, embraguetado con naturalidad, en una serie de derechazos que dejó al personal indiferente. Al toro, que había embestido con mal estilo en el caballo y en capotes, lo convirtió en lo que no era a base de obligarlo. Momentos de alto concepto con la mano izquierda también. Momentos muertos con silenciador.....
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