lunes, 5 de octubre de 2009

MADRID-LAS VENTAS: La corrida de Victorino no fue buena ni brava ni encastada. CRÓNICA DEL DOMINGO 4 DE OCTUBRE 2009.

El diestro Diego Urdiales da un pase con la muleta en el primero de su lote,
ayer en Las Ventas.- EFE
Reproducimos la crónica que realiza D. Antonio Lorca par El País, sobre la corrida de toros celebrada ayer, 4 de octubre, en Madrid. Corrida de victorinos.



Cinco toros de Victorino Martín -el tercero, devuelto-, desiguales de presentación, mansos, blandos, ásperos y broncos; el sobrero, de Julio de la Puerta, gordo y manso. El sexto, de Carriquiri, serio, con cuajo y descastado. José Luis Moreno: estocada -aviso- (ovación); -aviso- estocada (ovación). Diego Urdiales: pinchazo y estocada (vuelta); estocada (ovación).
Sergio Aguilar: dos pinchazos y estocada -aviso- (silencio); estocada caída (ovación).
Plaza de Las Ventas, 4 de octubre. Última de la Feria de Otoño. Lleno.



Honor a los héroes


Habilítese un pedestal. Súbanse a él los tres toreros del cartel y ríndansele los honores reservados a los héroes. Ahí va a sus pies un simbólico sombrero en señal de respeto y admiración. Una machada ya es estar anunciado en esta feria sin más recomendaciones que su entrega, su valor y sus deseos de triunfo sobradamente demostrados ante corridas duras en tardes trascendentales para su futuro. Los tres, en mayor o menor medida, han renacido de sus propias cenizas, han superado largas noches de insomnio y han vuelto a alcanzar la meta de vestirse de toreros con toda dignidad.
Y se fajaron, una vez más, con una corrida dificultosa, áspera y bronca. Y salieron airosos sin cortar orejas; triunfadores sin trofeos, pero con el respeto debido a quienes en tiempos de tanta fragilidad torera se juegan la vida sin cuento, superan el peligro con una desmedida entrega y aguantan impertérritos los tornillazos y las asperezas de sus oponentes sin que se les cambie el semblante.
La corrida de Victorino Martín no fue buena; ni brava ni encastada. Por el contrario, derrochó mansedumbre, sosería y falta de clase, y la presentación, en general, estuvo cogida con alfileres. Ninguno se empleó en ningún tercio y todos plantearon complicaciones, muchas insalvables, a los toreros. Para colmo de males -esto es más grave aún-, el ganadero no fue capaz de completar la corrida, y el tercero fue devuelto por inválido. Quede constancia, no obstante, de que el toro de Victorino, incluso el malo, tiene la virtud de ser un toro, lo que ya es un milagro en el pozo de podredumbre en que se ha convertido la cabaña brava.
Así las cosas, ante toros que no ofrecieron facilidades, sin fijeza ni recorrido, sin nobleza ni calidad, incluidos el sobrero y el sexto de Carriquiri, se la jugaron con motivación, con entrega, con vergüenza y con torería los señores Moreno, Urdiales y Aguilar, a quienes los que ocupan los oscuros despachos del toreo no les tendrán en cuenta, con toda seguridad, su arrojo y su pundonor.
Había que ver a Diego Urdiales en una pelea sin cuartel con el lote más peligroso, sin perderle nunca la cara a su primero, que se revolvía en el espacio de una moneda buscando el cuello del torero; guapo fue el quinto, de preciosa estampa, pero no admitió un pase, y allá que se perfiló el torero de Arnedo y cobró una estocada hasta la bola, parecida al estoconazo con el que tumbó a su primero. Había que ver a Moreno con el lote más desabrido, con oficio y seguridad, robando muletazos estimables a dos toros inservibles. Y a Sergio Aguilar, que no toreó ningún Victorino, pero arrancó naturales largos al buey primero, y derechazos muy meritorios al último. Que no se bajen del pedestal los tres toreros, y que reciban los honores que merecen su valor y su categoría torera. Antonio Lorca.

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