jueves, 22 de octubre de 2009

Toreando con el arte


Los toros están dejando de ser un tema recurrente en el arte, pero despiertan pasiones entre los artistas

Teresa Sesé Barcelona 22/10/2009

Ateo a su manera ("creer en nada, pero creer"), Francis Bacon murió acompañado de una monja en una clínica madrileña. Cuando meses atrás, con motivo de la gran retrospectiva que le dedicó el Museo del Prado, le preguntaron a la hermana Mercedes por sus recuerdos del pintor irlandés, sólo acertó a decir dos: amaba la soledad y pintaba toros. "Si alguien ha visto alguna vez una corrida, no la olvida jamás", confesaría Bacon, cuya afición venía de antes, de la visión de los cuadros de Goya y de las fotografías del Cordobés en París Match. Le atraía su carácter erótico e inevitablemente fatal. "Una buena corrida es el mejor aperitivo para toda actividad sexual", repetía.

Arte, corrida y erotismo. Creación, vida y muerte. Catarsis. Desde Goya hasta Barceló, la iconografía taurina ha sido fuente de inspiración para infinidad de artistas de sensibilidades tan diversas como Picasso y André Masson, Zuloaga y Manolo Hugué, Antonio Saura, Pablo Serrano o Albert Guinovart, Eduardo Arroyo, Joan Mora, Cessepe o el barcelonés Pedro Moreno Meyerhoff, uno de los más celebrados, que sólo expone en la galería Claude Bernard de París... "Pero es verdad que hoy en día está dejando de ser un icono tan recurrente", reflexiona Miquel Macaya, artista cántabro afincado en Tarragona, autor de una espléndida galería de toreros, siempre pensativos, como si tuvieran mil cosas en la cabeza que no llegan nunca a comunicar. "Pesan demasiado los tabúes y las ideas preconcebidas, y ahora los artistas no se sienten cómodos", reflexiona.

No es su caso. "Entiendo que para algunos el espectáculo pueda parecer extemporáneo, pero mientras las cornadas te puedan mandar a la cama es de verdad". Macaya además torea. Lo hace de tanto en tanto, entre amigos. "El gozo te llena tanto que te ahogas", confiesa y dice identificarse con Goya –"un conocedor de los toros extraordinario"– en la sentencia: "Yo con un capote y una espada no temo a nadie". Sobre la mesa le aguardan un centenar de papeles recortados para una futura tauromaquia.

Como los cuadros taurinos de Miquel Barceló –en los que el protagonista no es tanto el toro como el coso, la masa de asistentes considerada como un torbellino, matador y astado librando una batalla en el albero–, a Agustí Puig le atraía desde siempre la plástica de la plaza. "Los colores, la fuerza del animal, que es como la vida; el torero, con su traje de bailarín bailando con el toro..." Nunca había ido a los toros, hasta que, con motivo del encargo del cartel de la última corrida de José Tomás en la Monumental, le invitaron a conocerlo en la plaza de Nimes. "Fue un choque brutal, creí que me iba a marear. Me enamoré. Ahí está todo: la vida, la muerte, la suerte, la pasión, la esencia del ser humano".

Fue también en Nimes donde el coleccionista Antoni Vila Casas –en cuyo nuevo museo de Can Framis posee una sala dedicada sólo a tauromaquias– escuchó cómo se cantaba Els segadors como inicio de la corrida. "Para que luego digan que los toros no son catalanes. Es un tema que inspira y apasiona a los artistas". Lo corrobora el pintor y escultor Lluís Ventós –"entras y te enganchas: aquí los tópicos se hacen verdad"–. Y otro gran aficionado, Joan- Pere Viladecans, concluye: "Los toros son como una metáfora de la vida, con su crueldad y su ternura; un arte, mortal, pero un arte, porque lo que generan es lo mismo: emociones".

Fuent: La Vanguardia.

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