miércoles, 21 de octubre de 2009

"El desastre de los presidentes en Andalucía".


Reproducimos el interesante art´´iculo de D. Carlos Crivell para Sevilla Toro.


El Reglamento Taurino vigente en Andalucía es presidencialista. Concede a los presidentes la última palabra en casi todos los temas, pero llama más la atención en el asunto de los reconocimientos, donde los veterinarios pueden dictaminar la idoneidad o no de un toro, pero ello no es vinculante para el usía, que puede hacer lo que quiera. Por este motivo, en las plazas andaluzas se han vivido situaciones absurdas cuando una corrida ha sido rechazada por los veterinarios porque no cumplían con el mínimo exigido para esa plaza y el presidente los ha aprobado por su cuenta. Esto ha pasado en Almería, Málaga, Algeciras y Huelva, por ejemplo.

Pero donde se produce la catástrofe de la mayoría de los presidentes de Andalucía es en el propio palco. Se permite que los toreros pidan el cambio de forma llamativa antes de que los toros lleguen al picador (lo hace siempre El Fandi y los presidentes lo suscriben de forma inmediata), se permiten tercios de banderillas con dos pares (es verdad que lo permite el Reglamento, pero impide que muchos banderilleros puedan desmonterarse), no se contabiliza el tiempo de los avisos (algunos han enviado el primer recado a los 13 minutos del primer muletazo (este año ha pasado en Huelva), y se conceden orejas lamentables, ciertamente pedidas por la mayoría, pero que vulneran los principios elementales de la tauromaquia (el del domingo en Jaén dio una oreja a El Fandi tras un metisaca en los bajos que fue mortal para el toro en pocos segundos).

Los presidentes deben educar a los públicos con sus actuaciones, incluso dejando de aplicar al pie de la letra el Reglamento. En Jaén, la masa indocta podrá creer que la suerte suprema es absurda, porque se pueden cortar orejas con espadazos infames (por cierto, espero que un día un torero se niegue a recibir ese tipo de trofeos en un acto de dignidad). Pero los presidentes son unos señores que no quieren problemas, incapaces de ponerse en el sitio y ser abroncados para defender los principios mínimos de la ética taurina. Lo único que quieren es seguir en el palco a toda costa sin molestar ni a la empresa, ni a los toreros ni a la masa vociferante que pide trofeos. Estos son los presidentes que pululan por los palcos andaluces. No todos son iguales, pero es preciso dejar claro que los de Huelva, Granada (todos los que suben, que son unos cuantos), Almería y Jaén son una verdadera calamidad y que alguien debería expulsarlos de los palcos para sanear el toreo. Es un asunto de autoridad, que realmente no existe. Y para que nada quede suelto, decir que en Sevilla, Córdoba y Málaga, plazas de primera, también son muy malos, con mención en la parte negativa para Gabriel Fernández Rey, Manuel Rodríguez y Ana María Romero. Con estos presidentes, la fiesta tiene otro motivo para ir en caída libre. Cómo echamos de menos a Paco Teja, a José Luis Fernández Torres, a Santiago Dueñas, a José García o a José Luis León.

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