martes, 20 de octubre de 2009

Crónica de la corrida de toros celebrada en Jaén, 4ª de la Feria de San Lucas. Domingo 18 de octubre.


Reseña de la corrida de toros: domingo 18 e octubre.

Román Sorando y El Torero / Ponce, Curro Díaz y El Fandi
Cuatro toros de Román Sorando y dos de El Torero, primero y sexto. Los de Sorando, mal presentados, de desiguales hechuras, muy flojos y descastados. El primero, de El Torero, noble y descastado. El sexto, de El Torero, manejable.
Enrique Ponce: seis pinchazos y estocada baja (silencio tras dos avisos) y metisaca y dos descabellos (saludos tras aviso).
Curro Díaz: estocada trasera (saludos) y estocada (una oreja).
El Fandi: estocada tendida (una oreja) y metisaca en los bajos (una oreja).
Plaza de Jaén, 4ª de la Feria de San Lucas. Dos tercios de plaza. El banderillero Carlos Chicote fue cogido en el tercero y resultó con una cornada en el muslo izquierdo. El Fandi salió a hombros.
"Limpieza de corrales y orejitas penosas"

Para un día de lujo en Jaén, unos toros de desecho, como si fuera una limpieza de corrales. La ganadería anunciada en principio, Juan Pedro Domecq, presentó un encierro que no fue aprobado, algo que, visto lo visto en este festejo final, puede dar una idea de lo que presentó el ganadero jerezano. De eso nos libramos, porque a estas alturas poco se puede esperar de los toros de Juan Pedro.
Pero la solución fue infausta. Cuatro de Román Sorando cada uno con unas hechuras diferentes, totalmente desfondados y rodando por el albero, carente de casta brava, en fin, toros impropios para abrochar la Feria de San Lucas.
En el cartel mandaba Enrique Ponce. Pagó sus exigencias respecto al ganado con una tarde en la que se fue de vacío y no dejó ni un solo detalle digno de ser recordado. El primero, toro de El Torero, embistió con nobleza a la muleta del valenciano. Su faena fue técnica pero sin poder ligar los pases, citando con zapatillazos y alargando la faena de forma absurda, lo que pagó a la hora de matar porque el animal se puso complicado. Llegó a perder los papeles intentando liquidar al toro y escuchó hasta dos avisos.
El cuarto era un inválido sin casta. Ponce le dio pases a media altura, siempre cuidando al animal, y la realidad es que aquello no tuvo ninguna gracia. Y de nuevo falló con la espada. Ponce acabó su temporada con dos problemas. No llevó mucha gente a la plaza y su imagen no fue buena en el plano torero.
Curro Díaz tropezó con un toro muy chico y sin fuerzas en primer lugar. Algunos lances llevaron la impronta del toreo bueno que practica el de Linares. La primera parte de la faena fue de mucha estética, tanto en los doblones como en los derechazos, aunque en tandas muy cortas. En un remate se quedó sin toro y ya no hubo más muletazos buenos; ni malos. Allí se acabó todo.
El quinto era manso, rajado y embestía buscando la salida. Curro se mostró tenaz y voluntarioso, dejó algunos pases asilados sin posible emoción ni ligazón, pero al matar de una estocada sus paisanos le regalaron una oreja. A Curro no le hacen falta regalos de este tipo. Torea muy bien y todo el mundo lo sabe.
Durante la lidia del tercero se vivió un momento dramático. Estaba El Fandi con las banderillas cuando Carlos Chicote cayó al suelo y fue prendido por el toro. Se vio enseguida que llevaba una cornada. El Fandi puso en marcha toda su artillería con resultados variados. No pudo lucirse con el capote, colocó tres pares poderosos, se diría que con rabia por el percance de su banderillero y realizó una faena liviana, ligerita y movida. El toro no tenía raza aunque se dejó dar pases. El Fandi cumplió con su estilo conocido.
Y en sexto, de nuevo a toda revolución, ya en banderillas, ya en un comienzo figurante de rodillas en el centro de la plaza. El astado de El Torero se movió hasta que se rajó en tablas y Fandila le dio fiesta en tandas por ambos pitones muy para su galería. Fue, nuevamente, El Fandi. Mucha bulla y la masa contenta. Se le fue la mano y arreó un metisaca en los bajos. El presidente, un incompetente de tomo y lomo, le dio la oreja. En estas manos está la Fiesta. Autor: Carlos Crivell.

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