miércoles, 14 de octubre de 2009

Letras del andaluz más claro


POR LUIS MIRANDA. CÓRDOBA

«Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura». Federico García Lorca lo vio como un compendio de las virtudes del hombre y de paso le dio un pasaporte para la inmortalidad. Ignacio Sánchez Mejías, torero pero también escritor, mecenas de la Generación del 27 y además aficionado al boxeo y la aviación, fue un hombre de gran inquietud humana e intelectual. Pocos casos se conocen de matadores de toros que firmaran obras de teatro o artículos sobre sus propias faenas.
Ahora se acaba de saber que el hombre al que se dedicó el «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» también cultivó la narrativa. La editorial cordobesa Berenice saca a la luz «La amargura del triunfo», una novela que el diestro dejó inacabada y de la que apenas había constancia.
Andrés Amorós, que ha preparado la edición del libro junto con un análisis introductorio, encontró la obra cuando preparaba una exposición sobre Ignacio Sánchez Mejías, de cuya muerte se cumplen 75 años en este 2009, y buscaba cartas, fotografías y documentos.
«Se sabía que en 1925 toreó en Valladolid y esa misma noche pronunció una conferencia en el Ateneo donde leyó un texto que después publicó El Norte de Castilla», explica Andrés Amorós. Se titulaba «Marujilla la de las perlas negras» y ahora se sabe que era un capítulo de «La amargura del triunfo».
Cuartillas desordenadas
No ha sido fácil reconstruirla por el desorden en que estaban las cuartillas. «La Amargura del Triunfo» es una novela de tema taurino. No eran escasas en aquella época, «pero Sánchez Mejías quería hacerla desde dentro, porque pensaba que las otras novelas no entraban en el ambiente de los toros».
Es un diálogo entre un torero, José Antonio, y su mozo de espadas, Espeleta, que comparten opiniones sobre el mundo de los toros. Con una calidad nada desdeñable y mucho interés por la psicología y por lo que pasa dentro de los personajes (más que por el costumbrismo propio de la literatura taurina de la época), Sánchez Mejías cuenta la historia del matador, un joven de familia humilde que asciende en la escala social y en la vida a través de su esfuerzo y de su arte en la plaza, pero que también encuentra obstáculos cuando, por ejemplo, se enamora de una joven aristocrática.
«Era el mismo caso que Joselito El Gallo y el único camino que tenían los chicos andaluces en la época», afirma Andrés Amorós, que concede que es una novela autobiográfica, pese a que el caso de Sánchez Mejías era distinto.
«Era hijo de un médico, con lo que venía de la clase media, pero no quiso seguir el camino paterno y luchó mucho por triunfar en los toros», recuerda, para después afirmar que «la fuerza de voluntad» que el rasgo más sobresaliente de su rebelde carácter.
No faltan las referencias a Córdoba en la novela. Rafael Guerra Bejarano «Guerrita» fue la gran referencia de Ignacio Sánchez Mejías y los personajes se preguntan en algún momento por lo que pensaría el segundo Califa del Toreo, en una de las muchas referencias a personajes reales.
Sobre la marcha
¿Por qué pasó desapercibida esta novela escrita sobre la marcha en cuartillas con membretes de los hoteles donde se hospedaba? «En 1927 empezó a trabar amistad con Rafael Alberti y Federico García Lorca y conoció las vanguardias literarias. Puede que entonces dejara la novela para terminarla después», concluye Andrés Amorós. Nunca sucedió.
Ignacio Sánchez Mejías, que sería personaje mítico y del que «incluso hay quien ha pensado que nunca existió» fuera del poema de Federico murió en 1934 tras una grave cornada en Manzanares. Cuando su cuerpo iba de Madrid a Sevilla, el tren paró en Córdoba donde lo recibió El Guerra, su gran maestro.
Fuente: ABC

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