domingo, 4 de octubre de 2009

MADRID-LAS VENTAS. Sebastián Castella, por la puerta grande

Castella, con el primero de la tarde, al que le cortó las dos orejas.- EFE
Toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, blandos, mansurrones y con poca clase, a excepción del tercero, bravo y noble, de calidad excepcional.
Julio Aparicio: estocada (silencio); estocada (protestas).
Morante de la Puebla: media baja (silencio); pinchazo, media y un descabello (pitos).
Sebastián Castella: estocada caída (dos orejas); pinchazo hondo -aviso- y cuatro descabellos (ovación).
Plaza de Las Ventas, 3 de octubre. Feria de Otoño. Lleno de "No hay billetes".
ANTONIO LORCA - Madrid -
La tarde fue en exclusiva de Sebastián Castella. Estuvo a la altura del mejor toro de la tarde, el tercero, Ventanero de nombre, de 536 kilos de peso, bravo y noble, que mereció, aunque no se lo concedieron, los honores de la vuelta al ruedo, y ratificó su ambición de triunfo ante el sexto, de más corto recorrido, al que dominó con un valor encomiable. A Castella se lo llevaron con todo merecimiento por la puerta grande.
Y entre muestras de disconformidad se marcharon por donde habían venido los artistas del cartel, Aparicio y Morante -el "culpable", quizá, del llenazo que registró la plaza-, pero ni uno ni otro tuvieron oponentes para el lucimiento de sus tauromaquias. Lo intentaron ambos, algún detalle hizo albergar esperanzas -una media de Aparicio, y unas verónicas esbozadas de Morante-, pero no cuajó nada porque el aplomo de unos toros y las asperezas de otros lo impidieron.
Aún estamos a tiempo, no obstante, de coger a Castella en la calle de Alcalá, vitoreado con todo merecimiento por la multitud. Fue el suyo un triunfo ganado a pulso por su disposición absoluta hacia el triunfo, por su decisión manifiesta desde que se abrió de capa en su primero, por su ambición y por su valentía. No es Castella un torero de pellizco artista, pero ayer fue un torerazo, y con tal motivo entusiasmó a la plaza y la conmovió con un toreo arrebatador y arrollador, intenso y emotivo.
Vean, si no... A ese buen tercer toro, que hizo una salida insulsa, que derribó en la primera vara y acudió con alegría a la segunda, le hizo un quite por ajustadas chicuelinas. Largo fue el galope de Ventanero en banderillas, y allá se lucieron Curro Molina y José Gómez Fernández. Brindó Castella al público y citó desde el centro del anillo y el resultante fue una tanda de tres pases cambiados por la espalda, tres derechazos, un recorte con la izquierda y un pase de pecho que fue todo un monumento a la ligazón.
Con la muleta en la izquierda aprovechó el buen viaje del toro para trazar dos largas y hondas tandas de naturales hermosos que pusieron la plaza a reventar. Bajó, quizá, de tensión la faena con la muleta en la derecha, pero Castella dio, entonces, toda una lección de poder, de dominio, de seguridad... Hundió las zapatillas, se pasó una y otra vez los pitones por los bordados y emocionó a todos con el valor de la quietud. Le concedieron las dos orejas a pesar de que la espada cayó defectuosa porque fue la suya una faena intensa, maciza y apasionante. Hubo menos toreo en el sexto, pero la misma ambición de triunfo y el mismo desprecio a su integridad física. ¡Honor y gloria a un gran torero...!

Fuente: El País.

Nota de 'TOROS CON RETRANCA': Por cierto, una curiosidad: en la retransmisión que realizó Digital+, en el previo, el maestro Manuel Caballero dice: ..."la corrida está excesivamente astifina" , Molés le contestó: "Están como tienen que estar, como los parió la vaca". En fin, comprenderán ustedes que cosas así corroboran, abundan y profundizan en que de fraude con los pitones hay como para parar 700 trenes de alta velocidad.


Bastonito en el Blog TAUROFILIA hace públioco el siguiente artículo sobre esta misma corrida, añadiendo una fotografía muy elocuente:


Madrid, en caída libre

Los animalejos de Núñez del Cuvillo que saltaron ayer al ruedo de Las Ventas no hubieran pasado, hace bien poquito tiempo, el reconocimiento de los mismos veterinarios que ayer los aprobaron; las dos orejas que ayer regaló el señor Muñoz Infante a Castella podrían, no hace mucho, haber provocado un serio altercado de orden público; la petición popular de vuelta al ruedo para el tercer toro era inimaginable hace pocos años; y, por fin, en otros tiempos no lejanos los matadores de ayer hubieran salido a almohadillazo limpio de la plaza.

Nada de lo anterior ocurrió. Antes bien, se lidiaron bovinos de aspecto anovillado y fuerzas casi siempre inexistentes, dóciles como perrillos falderos, que por lo visto no fueron del agrado de Julio Aparicio ni del de Morante de la Puebla. Ambos habían comenzado su actuación de forma prometedora, pero no tardaron mucho en venirse abajo.

Al tercero de la tarde, un torezno impresentable de hechuras y más inocente que una novicia ursulina, no lo picaron y por eso correteaba alegre, sin duda con ganas de jugar, mientras Castella le hacía la faena estándar. Sí, esa de los pases cambiados por detrás al inicio -valen también estatuarios-, a los que se añaden infinitos derechazos y naturales citando fuera de cacho y metiendo pico a base de bien. Remató con una estocada rinconera y aquello fue el delirio. El presidente concedió dos orejas que fueron protestadas por unos pocos, y el común de los espectadores pidió la vuelta al ruedo para los despojos de aquel proyecto de toro de lidia. Pero ni Castella había pegado un solo pase como mandan los cánones -ni uno, oiga, se lo juro-, ni el toro había hecho otra cosa que corretear mirando a chiqueros y tomando la muleta con nobleza.

Del cuarto al sexto más de lo mismo, pero sin orejas. Un asco de festejo. Los taurinos intentaron fastidiarme el día otra vez pero no lo consiguieron porque Bego me había invitado antes a un espectacular cocido montañés, y después de los toros estuvimos disfrutando en el Patas del espectáculo de Juan Ramírez. Eso sí que es arte.

Nota: La fotografía es de Lupimon


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