lunes, 13 de abril de 2009

Talavante fracasa en su encerrona en Las Ventas tras una tarde aciaga


Ni una vuelta al ruedo, ni un pasaje digno de mención, resume una tarde aciaga en lo artístico de Talavante con seis toros en Madrid.

Los toros de Núñez del Cuvillo, parejos, con cuajo y pitones y sin exageraciones de volumen, escasos de fuerzas y raza. Se salvan en parte los dos primeros, pero con las deficiencias apuntadas por encima de la virtud de la nobleza. Se pitaron los seis arrastres.

Alejandro Talavante, único espada, pinchazo y estocada (ovación); pinchazo, media y cinco descabellos (silencio); pinchazo y casi entera (silencio); dos pinchazos, estocada y descabello (algunos pitos); dos pinchazos y estocada (pitos); y pinchazo, estocada y cinco descabellos (pitos). La plaza tuvo dos tercios de entrada, con frío y viento.

El banderillero Santi Acevedo, que cerraba el tercio de banderillas del segundo toro, se ha lesionado al saltar al callejón los ligamentos de la rodilla derecha.
Fuente: Diario de Jerez/Grupo Joly.
Por otra parte reproducimos la crónica que publica D.Alberto Urrutia en El País sobre esta misma corrida:
Talavante o la indolencia
ALBERTO URRUTIA - Madrid - 13/04/2009
Debería cambiar muchas cosas en el modo de afrontar su carrera taurina Alejandro Talavante. Aún está a tiempo con sus ventipocos años. Hace dos en este mismo domingo y en esta misma plaza dio muestras de tener clase suficiente para poder funcionar en esto. Ojalá se hubiera podido ver ayer algo de lo mostrado entonces. Seis toros tuvo para hacerlo. La corrida elegida de Núñez del Cuvillo no fue ni mucho menos nada extraordinaria, blandita y manejable. Cualquier otro torero en su situación les habría sacado chispas antes que irse con las manos vacías. El problema es que no pareció ni intentarlo. Tan sólo en su primero ejecutó algunos pases de mérito por ambos pitones. Saludó desde el tercio prometiéndonoslas razonablemente felices. Y ahí se acabó todo por causa de la mala lidia, del tercio de varas, que rozó lo demencial y, sobre todo, por la indolencia del protagonista a quien parecía darle todo igual. Así fue pasando toro tras toro, entre la moderada irritación del respetable y un Talavante que no encontraba acoplamiento ni debajo de las almohadillas de los tendidos. Una cosa es la ilusión y el deseo y otra muy distinta la realidad. Talavante debería trabajar mucho más su sentido de la misma y tal vez su apartado retiro no sea el lugar más adecuado para ejercitarlo. Una apuesta, en definitiva, perdida por el extremeño.

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