viernes, 24 de abril de 2009

SEVILLA-LA MAESTRANZA: (VIERNES 24 DE ABRIL), Ponce: 'No entiendo como mi faena no ha tenido eco en los tendidos'


Reproducimos las declaraciones de los diestros que han participado hoy, viernes 24 de abril, en la corrida de toros de La Maestranza para Burladero.com, dentro de las de la Feria de Sevilla 2009, que como viene siedo norma, tarde tras tarde, ha sido otro petardo. Quisieramos desde TOROS CON RETRANCA hacer una observación sobre la frase de Ponce que titula este post. Parece que nuestro 'catedrático' olvidó ya que en San Isidro del pasado año 2008 se pudieron oir pitos durante dos de sus faenas, ¿será que los aficionados se están cansando de ese toreo de pico de muleta? ¿será que los aficionados están hartos de ver taparse a Ponce?, ¿será que se le ve desde muy lejos lo 'listo' que es?, No se da cuenta Ponce de que su toreo está ya muy visto y que no emociona a nadie, que ya hay otros toreros y otras formas de entender la tauromaquia mucho más interesante que sus engañosas formas. Si piensan ustedes que soy muy duro con el señor Ponce les invito a que lean la crónica de D. Rafael Cabrera para la COPE, que se reproduce al final de este post y ya me dirán.

EMILIO TRIGO -
Enrique Ponce abandonaba contrariado la plaza de La Maestranza después de irse de vacío en su primera comparecencia y no terminar de conectar con los tendidos. Algo que el torero de Chiva no se explicaba: "No lo entiendo como no ha tenido eco lo que he hecho. Son cosas que pasan, pero al cuarto lo he ido haciendo, protestaba y cuando querías empujarse e intentar relajarte, era imposible. Uno se queda como parado, porque la faena ha sido importante y no me lo explico".
Sobre el primero que le tocó, Enrique afirmaba que "simplemente se negó a embestir. Tras ponerle la muleta se quedó sin fuelle y no hubo opción".
MANZANARES: 'HE TENIDO MUCHA PACIENCIA'
Por su parte, José María Manzanares se lamentaba de la corrida de El Torreón porque "no ha terminado de romper. Lo peor era que tenían peligro sordo y eso no se veía bien desde el tendido. A mi primero no le he podido atacar para que no se rajara, había que ayudarle mucho. He tenido que tener mucha paciencia, llevarlo en línea recta para que no se doliera y aguantara algo más".
Más decepcionado se mostraba el alicantino por el juego del quinto ya que en su opinión "no ha transmitido, embestía siempre con la cara a media altura, sin pasar por mi muslo".
DANIEL LUQUE: 'ME LA HE JUGADO CON MUCHO VALOR'
En esta octava de feria completaba cartel Daniel Luque que, a pesar de irse de vacío, se mostraba satisfecho por su actitud durante esta tarde: "He estado con mucha firmeza y con valor. En el sexto me la he jugado, me ha hecho pasar un poco de miedo y la pena es que no haya caído, no quería usar el descabello. Mi primero no tenía nada dentro".
Pasado este primer compromiso, el torero sevillano ya tiene la vista puesta en su próxima comparecencia en la que "seguro que alguno rompe a mejor. En Sevilla todo lo que se haga es poco y espero poder triunfar".
RINCÓN: 'LA CORRIDA TE DEJA UN SINSABOR MUY DURO'
César Rincón, actual propietario de El Torreón, hablaba con Burladero con rostro serio tras la corrida que ha lidiado en Sevilla: "No ha habido la explosión que queríamos, la corrida buena es la que los toreros salen por la Puerta Grande. Esto es muy difícil, se te queda un sinsabor que es muy duro".
Tras la novillada que lidió el año pasado en esta misma plaza, que saldó con buena nota, el colombiano llegaba a Sevilla "con toda la ilusión del mundo, por eso esto es tan duro. En los toros dos más dos no siempre es cuatro y si los toreros no les cortan las orejas es porque el toro no ha respondido. Han faltado cosas, esto es la ganadería... otro día será", se lamentaba.
fuente burladero.com.
LA CRÓNICA DE D.RAFAEL CABRERA PARA COPE:
¿Pero por qué no, señor?
Sevilla, viernes 24 de abril de 2009. Lleno de “no hay billetes”. 6 toros de El Torreón, bien presentados, mansos, descastados, aunque segundo y cuarto aprovechables. Muchos rajándose alfinal. Enrique Ponce, palmas y silencio. José María Manzanares, ovación y silencio. Daniel Luque, silencio y ovación.
¿Por qué, Señor, no embestirá ni un toro con boyantía? ¿Qué tipo de selección realizan los ganaderos? ¿Qué les pasa en su triste y anodina vida para que salgan al ruedo ayunos de casta, parados, sosos, buscando más la huída que la franca y noble pelea, más el refugio de chiqueros que la lid codiciosa, más el lugar donde no les molesten que la acometida hacia los molestos del percal? ¡Qué estado éste el de la ganadería mansa española!
Lo de El Torreón, de ilustre propietario ha sido como nos van acostumbrando ganadero va y viene; sin casta que llevarnos a la boca, todo lo más embistiendo a arreones de bravucón, a la huída de abanto o a empujones y trompicones; eso cuando embistieron porque alguno hubo que no buscó sino por donde escapar. Y cuando sale algún toro que medio se deja, antes de tomar las de Villadiego, caminito de la vuelta al mundo, los diestros o están en las mil probaturas iniciales –y no se enteran o quieren enterarse- o están a otra cosa y aquello no debe ir con ellos. Así que cuando vimos al segundo, que tomaba por la izquierda –cuando le dejaban la muleta en la cara- los pases con cierta codicia, va el alicantino y corta la tanda tras el segundo muletazo; nos dice que esperemos y en la siguiente le da tres y no más. Luego se acabó rajando, ¡qué caramba!, pero ese momento, el importante de la faena, se le fue el toro. Y otro tanto podemos decir de Ponce en el cuarto, al que no forzó, ni mandó, más preocupado en componer la figura a cabeza pasada -con elegancia- que de torear, llevándolo hacia fuera en series desiguales en absoluto. Así se hace afición, señores ganaderos y toreros, y así se llenan las plazas para el futuro.
Ponce, don Enrique, se enfrentó con Inspectorcillo, de 540 kilos, negro y delantero de cuerna –escobillado de ambos-, manso, soso, flojo y sin casta. Lo llevó por verónicas atrasando la pierna de entrada en todas, y tras varas, cogió la muleta para pasarlo genuflexo, elegante, con clase. Pero el poco toro que había se vio ya en esos muletazos iniciales: necesitaba mucho aire y poco dominio. Al hilo con la derecha, y más colocado con la izquierda, le acompañó en sus cuatro embestidas insulsas, a media altura, dándole mucha salida para ver como acortaba rápidamente el viaje y se rajaba en la cuarta tanda. Un pinchazo caído, saliéndose, al hilo de las tablas, donde se refugió el manso, y una entera desprendida, lo despenaron. El cuarto, Fandonguito de mote, era negro bragado, anovillado de cuajo, tocado de astas, cargaba 520 kilos, y manseó en varas para embestir sin clase y a menos. Si salió distraído con la capa y cabeceando, repitió sin clase, pero con alguna continuidad, en los inicios del trasteo. Pero Ponce no estaba muy por la labor, y lo pasó sin estrecheces, sin forzar su viaje, a media altura, y aunque ligó algo en la tercera tanda, el toro acabó por hacer lo que quería en cada momento. Ahora bajo la cabeza y humillo, ahora la levanto, ahora tengo un viaje regular, ahora me quedo corto, ahora me salgo yo solo de la suerte, ahora me ciño al diestro; ahora tiro el gañafón, ahora entro con sosería. Un comportamiento errático que no tuvo enfrente esa muleta dominadora y técnica del valenciano de otras veces. Un pinchazo arriba, un aviso ¡Dios mío que largo…!, y una entera desprendida cerraron la tarde del de Chiva.
Manzanares tampoco aprovechó las cuatro series de arreones del segundo, Obstinado –el toro- de 549 kilos, colorado ojo de perdiz, tocado, manso y mular aunque, lo dicho, tuvo su momento de arreones codiciosos. Dio una buena verónica de recibo, entre otras con paso atrás el alicantino. Y con la franela un tanteo colocado, como en general estuvo, pero sin aprovechar esas arrancadas iniciales antes de que el bicho hiciera ademán de rajarse desde la quinta tanda en adelante. Mostró mucha querencia a tablas, y al final algo le sacó en redondo cerca de ellas, pero la gente ya estaba porque lo matara. ¿Por qué, Señor, cortaría las series iniciales con dos pases o tres a lo más, por qué? Un pinchazo hondo, arriba, que se hizo estocada entera, terminó con el híbrido de vaca y burro en toriles y entre dos descabellos sonó un aviso. En el quinto hubo más disculpa. Dicharacho se llamaba, de 538 kilos, negro mulato listón, delantero de defensas, manso y sin clase. Nada con el percal y con la muleta poco, eso sí, colocado siempre en su sitio. Al principio sin templar sus embestidas sin recorrido, y luego anodino hasta que por fin se dejó de tocarle de uno en uno y ligó algo en la tercera serie con la diestra. El toro embestía a empujones, a regañadientes, y acabó mirón y desrrazado. El diestro le acabó recetando una cataplasma completa, desprendida, pero con habilidad de boticario rural avezado.
Daniel Luque poco pudo hacer en su primero, Comisario de nombre, de 505 kilos, colorado ojo de perdiz, delanterito de púas, manso, descastado y rajado, es decir de condición boyar. Una buena verónica entre otras a los medios le vimos, mientras el toro se daba una voltereta y salía de los capotes mirando a chiqueros; ¡qué frescor, que vergel, que agradable debe ser el ambiente allá! De su primera querencia pasó a otra en plenas tablas de la solanera, y de allí a una tercera en el platillo de la plaza, desenterrando las humedades de la boca de riego. Y ahora altérnenlas a su gusto y pongan a Luque intentando fijarlo en alguna. Un desvarío auténtico. En su querencia final de sol, tras una bonita coz, se dejó dar una buena estocada, arriba, de buen estilo, ¡qué menos! Y en el sexto más de lo mismo. El bicho, un bravucón –manso por tanto-, que empezó pegando arreones, acabó rajándose al final del muleteo; se llamaba Bonoloto -¡vaya premio!-, de 500 kilos, colorado ojo de perdiz de capa y de cuerna tocada y astillada. Al menos el sevillano lo intentó desde el principio, colocado, entre escarbaduras –como su hermano o era petrolero o zahorí-, pero no había quien le diera más de dos pases seguidos, que tomaba con codicia defensiva, ensuciando el pasar. Con la izquierda mejoró algo la faena del sevillano, más en redondo, pero el toro siguió cada vez más brusco y violento, para terminar quedándose y buscándole. Y como no le encontró, a partir de entonces se mostró incierto, con peligro sordo, corto y revolviéndose, para acabar rajándose sin vergüenza y con descaro a tablas. Allí, entre huídas, le daría una estocada entera, desprendida pero con ganas, un poco atrás, que al no hacer efecto inmediato hizo que la señora presidenta le mandara sendos recados, mientras el manso barbeaba el olivo.
¡Señor, qué lujo de corrida! ¿Qué le pasa a la ganadería mansa española, por favor?

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