La anécdota de la tarde se produjo cuando el público frenó la vuelta al ruedo de Rafaelillo.
Los ganaderos Daniel Ruiz y Daniel Martínez, muy pendientes de los toros de Cebada Gago.
Ambiente plomizo en la quinta de abono tras el terremoto por José Tomás
Vino a recaer la llamada corrida torista, en cierto modo, en un día de resaca. Tras dos tardes de campanillas y máxima expectación llegaron los de Cebada Gago a la plaza de Albacete, ya sin aluvión de beautiful people en los tendidos pero con tres cuartos de entrada, que no es moco de pavo. Ayudaba el hecho de que era sábado y de que el número de abonados se incrementó notablemente por lo de José Tomás.
Desde luego, alicientes había para ver la quinta de la Feria. Ganadería de pedigrí y presencia del local Serranito, que no lo es pero sí lo es. En el balconcillo municipal ejerció ayer de anfitrión el concejal de Asuntos taurinos, Rafael López Cabezuelo, que estuvo acompañado por el ex seleccionador nacional de fútbol Iñaki Sáez. También andaba por allí Ginés Meléndez, con los ojos puestos en los toros y las orejas en el fútbol: iban cayendo los goles del Albacete uno detrás de otro, hasta el quinto de la tarde.
Asistieron Pedro Piqueras con el comisario José Roldán y la senadora Popular Encarnación Naharro con la ex ministra de Justicia Margarita Mariscal de Gante. Desde el tendido observó el comportamiento de los cebadas el ganadero Daniel Ruiz, fumándose un buen purazo. A pocos metros el también ganadero Daniel Martínez, de Las Ramblas, ya sin la responsabilidad de la víspera. En el callejón, un habitual de la Feria de Albacete, Adolfo Suárez Illana, amigo personal de Juan José Padilla, siguiendo muy de cerca el quehacer del ciclón de Jerez, que ayer no fue tal.
En tarde plomiza saltó Padilla al ruedo, kilométricas las patillas de torero con añejas reminiscencias cuajadas en detalles como la montera de peculiar anatomía o el bordado de su vestío, diseñado por él mismo. El pueblo enardecido jaleó sus tres pares de banderillas, pero la condescendencia tornó en reproche cuando el jerezano estimó oportuno tomar las de Villadiego. Tras una buena estocada el público le silenció. Su segundo se lastimó la mano derecha nada más asomar por la boca del lobo, cojeando aparatosamente hasta el punto de caerse y quedar patas arriba durante unos segundos. Lógicamente, follón y pañuelo verde ipso facto. Con el sobrero se vino arriba el tendido con las tres largas cambiadas de recibo, pero nuevamente se volvieron contra el diestro por no banderillear esta vez.
Con Rafaelillo el personal estuvo receptivo y aceptó como buenas algunas series de muletazos por el pitón derecho de su primero. Tras una estocada hasta la bola florecieron los primeros pañuelos, mas no de forma mayoritaria. La anécdota de la tarde se produjo al hacer ademán el bueno de Rafaelillo de emprender una vuelta al ruedo y el público le frenó en seco con pitos. En su segundo brindó a Dámaso y el respetable le agradeció con aplausos su toreo de cercanías. Tras otra buena estocada, el murciano hizo al tendido un gesto no exento de cierta guasa como de bueno, ahora sí me dejaréis dar la vuelta, ¿no? La dio. Con Serranito en el ruedo, el público sólo reaccionó cuando al entrar su segunda perla al caballo lo derribó y quedó enganchado de un pitón al peto, provocando un tenso escenario de urgencia que al final quedó en un susto. En fin, no fue la tarde más divertida de la historia de la Feria Taurina de Albacete, como ya habrán advertido.
Fuente: La Verdad.
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