Judith Martínez
Periodista independiente
Bailando con Toros
El domingo por la tarde salió la Luna para ver torear a José Tomás. No fui yo quien se dio cuenta, estaba demasido pendiente de las artes del torero, hechizada, emocionada, sino un señor muy amable, taurino confeso, que se sentó a mi lado izquierdo. Un placer compartir una tarde de toros con ese culto señor que sin pretenderlo hizo alarde de su sensibilidad y de sus conocimientos de tauromaquia. Mientras la plaza entera se conmovía con la transmisión de Tomás, él aun veía más, percibía cómo el alma del torero se desprendía de su cuerpo para torear, "se ve que está en comunión con el toro" -apuntaba tras varios pases de quitar el aliento-. Torero y toro, toro y torero, Tomás acompañando de cerca al animal, crearon sinfonía, "para qué pide el público música, si esto es sinfonía" -me decía el señor sin ocultar su emoción-.
Periodista independiente
Bailando con Toros
El domingo por la tarde salió la Luna para ver torear a José Tomás. No fui yo quien se dio cuenta, estaba demasido pendiente de las artes del torero, hechizada, emocionada, sino un señor muy amable, taurino confeso, que se sentó a mi lado izquierdo. Un placer compartir una tarde de toros con ese culto señor que sin pretenderlo hizo alarde de su sensibilidad y de sus conocimientos de tauromaquia. Mientras la plaza entera se conmovía con la transmisión de Tomás, él aun veía más, percibía cómo el alma del torero se desprendía de su cuerpo para torear, "se ve que está en comunión con el toro" -apuntaba tras varios pases de quitar el aliento-. Torero y toro, toro y torero, Tomás acompañando de cerca al animal, crearon sinfonía, "para qué pide el público música, si esto es sinfonía" -me decía el señor sin ocultar su emoción-.
La plaza entera embelesada por la armonía de movimientos, en una cómplice alucinación por el desprecio de José Tomás por la muerte, "para ser un buen torero tiene que haber un compendio de arte y valor" -sigo citando al señor que se sentó a mi lado izquierdo-, que le hace superior al resto. Cierto es que la actuación de Julio Aparicio fue indigna de un torero de su estirpe, "su padre fue un gran torero", y bien merecería le negativa de los antitaurinos a reconocer el arte que Goya inmortalizó en sus lienzos y llevó a García Lorca a describir como el "único espectáculo vivo del mundo antiguo en donde se encuentran todas las esencias clásicas de los pueblos más artistas del mundo".
En cuanto al peligro que corre la fiesta de los toros si acaba prosperando la inicitiva parlamentaria que quiere imponer su prohibición, me gustaría interpelar a los cerca de 20.000 aficionados que se dieron cita el domingo en la Monumental de Barcelona, a que no enmascaren su pasión por este arte una vez acaba la fiesta, pues como el señor que se sentó a mi lado izquierdo, hay muchos taurinos, aficionados, amantes de este arte, que cuando les preguntan o bien no dan su nombre o bien (a mi lo de ser políticamente correcto me da cierta risa) no dicen lo que piensan. Pero yo (que no me considero especialmente taurina y pienso que el debate está abierto para los entendidos y los que pueden defender ambas posturas con argumentos sólidos) siempre diré que mientras esté José Tomás, ¡sigan brillando las lentejuelas y salga la luna para verlo!
Fuente:La Vanguardia.
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