martes, 14 de julio de 2009

PAMPLONA. Crónica de la corrida celebrada el lunes 13 de julio. Feria del Toro 2009.


Reproducimos la crónica que para ABC realiza el Sr. Zabala de la serna sobre la orrida de ayer, lunes 13 de julio, de las de la Feria del Toro (recuerdan quién decía aquello de: la que los pamploneses llaman pompósamente Feria del Toro).

LA CRÓNICA:

"«Oficial» sin caballero"

La vida es así, y se escribe con renglones torcidos. Dios es peor aficionado de lo que pensábamos sus fieles. Prontito por la mañana Lalo Moreno había seleccionado al toro de la tarde: «Ya verás qué hechuras, Vicente. El 136 no puede fallar». ¡Qué ojo, torero! Probablemente, el toro más guapo de toda la Feria del ídem. Arremangado de astifinos pitones, corto de manos, manos siempre unidas, hondo, musculado, un punto silleto, una belleza de ébano. Los vuelos de las telas siempre fueron su objetivo. Y los quería escavar con la cuchara de su cornamenta desde capotes. «Oficial» se llamaba, «Oficial» sin caballero. Ferrera es Ferrera, y ya está. Lío en banderillas, un par al cuarteo, otro de carrerita en largo, acelerón, frenazo a paso militar y salto espectacular, que ya se ha bautizado como el par del motocross, y uno al quiebro de enorme mérito. En la muleta, «Oficial» y el extremeño imprimían distintos ritmos, diferente velocidad y opuesta calidad. El toro de Fuente Ymbro viajaba hasta el final planeando. Como Ferrera lo mató de una estocada le concedieron una oreja.
No contento el destino con sus designios, le enlotó a Antonio Ferrera un cuarto tocadito de pitones, más alto pero fino. Y ya no es tanto la suerte como que se enlotó con el culo, vistos los siguientes toros. Pues este cuarto también embistió en orden y son por el pitón derecho. Y Ferrera... ¡Ay, Ferrera! Hasta en el final rajadito, el toro se los tragaba hacia tablas con franca nobleza. Qué desperdicio, qué velocidad, qué estropicio.
Restada la cuota de fortuna a la corrida de Fuente Ymbro, la responsabilidad siguiente le atañe al ganadero: los jandillas de Gallardo han traspasado esa línea que delimita el genio del manso. El basto segundo -¡qué pezuñas!- se llevó puesto a Miguel Ángel Perera en la apertura clavada y por alto en el pitón izquierdo. Prácticamente lo desnudó. Perera se levantó intacto de carnes. La taleguilla desgajada se tapó con un pantalón vaquero, unos «jeans» pesqueros, cambiados luego por otro terno turquesa y oro. Y volvió a repetir la suerte, y el toro volvió a vencerse por dentro. Ésa fue la tónica. Perera le enjaretó una serie extraordinaria con la derecha hundida, mandona, valiente. Ni el mando ni la valentía luego valieron tanto porque el fuenteymbro acentuaba su vicio de vencerse, sobre todo por la zurda, tragando el torero. Una oreja le recompensó el volteretón y el esfuerzo.
Para colmo de males el quinto salió, más que cojo, descoordinado. El manso sobrero ya marcó en capotes lo que sería. Picado allí y acá, la faena fue un poco más de lo mismo, acá y allí. Si imposible se antojaba el lucimiento, también se exigía el poder de una figura que de poderosa presume. No para hacer faena bordada, sino para doblarse, meterse con el toro por bajo y despacharlo de un estoconazo. Porque de tal modo, señor Perera, con ese toro está así el noventa por ciento del escalafón.
Daniel Luque debutaba en San Fermín y se llevó lo peor de la mansedumbre, y nada fácil, por cierto. Sin irse ni desplazarse ninguno de sus dos toros, Luque navegó sin naufragar.

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