lunes, 6 de julio de 2009

La Capilla Sixtina del toreo

Reproducimos hoy la crónica que sobre la corrida de ayer en Barcelona, 5 de julio, en la que José Tomás se enfrentó en solitario a seis astados, hace para La Vanguardia D.Francisco March (Paco March).

José Tomás corta cinco orejas y reivindica la fiesta, tras lidiar seis toros como único espada El torero hizo un compendio de dos siglos de tauromaquia hasta completar una obra de arte

foto: Álex García
PACO MARCH Barcelona 06/07/2009 Actualizada a las 03:31h Cultura
José Tomás, en poco más de dos horas vividas con una intensidad máxima, hizo un compendio de dos siglos de tauromaquia hasta completar una obra de arte - perdón por la irreverencia-equiparable a la joya vaticana.
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A través de sus manos, su corazón y su muleta, se hicieron presentes los pinceles de Picasso, Casas o Barceló; la lírica de Alberti o Lorca; la prosa de Bergamín; el objetivo fotográfico de Baldomero, Massats o Anya (in situ) y, en fin, el mayor y mejor discurso de la vigencia del milenario rito del toreo, la respuesta emocionada a la intolerancia, pues jamás podrán prohibir la belleza.
"La Monumental', que tantas tardes de gloria ha vivido, fue testigo hasta el paroxismo de la sublimación del arte de torear por parte de un héroe de nuestro tiempo, José Tomás, vestido de verde hoja y oro, que proclamó a los cuatro vientos, a los oídos de los sordos que no quieren oír y a los ojos de los ciegos de una ira sin razón, su compromiso con la Fiesta, dando, de paso, una prueba más, la más grande, de un amor compartido, puesto en evidencia en un paseíllo clamoroso, el toreo destocado en señal de respeto y el público en pie en una ovación tan atronadora como interminable.
Toreo en estado puro. No desde el primer toro, un ejemplar de Cuvillo al límite de fuerzas y casta que sólo permitió a José Tomás, mostrar sus cartas de disposición absoluta para afrontar una tarde de tan gran compromiso, por si alguien aún tenía dudas. Con temple y suavidad trazó redondos, perdiendo pasos para ganar recorrido, pero los naturales quedaron arruinados por la endeblez del animal.
El segundo, sin fijeza, hizo pasar un mal rato a los banderilleros, persiguiendo a Jimeno Mora hasta la misma boca del burladero. Pronto le bajó los humos el de Galapagar, poderoso en los doblones por bajo de inicio, aquí mando yo y desafío aceptado. Muleta a la izquierda, genio bronco del toro, brusquedad en los embroques, pero ni una duda en el torero, tragando lo que no está en los escritos, en los redondos largos y en los profundos naturales. Borrachera de toreo, ejercicio de valor y estocada corta a toro arrancado. Una oreja de bemoles.
A pies juntos saludó al de Victoriano. Chicuelinas que sacan fuego de los alamares, una media enroscada y el desplante pura torería. Brindis al público y estatuarios con una cambio de mano que puso la plaza boca abajo. Redondos, trincherazos. Muleta por delante en los naturales. Pide música el maestro al de la banda y en la tanda de naturales, sin tocar para aliviarse, llega la voltereta impresionante, revuelo de capotes, Aparicio, al quite de paisano, y aquí no pasa nada. Cuando va a por la espada, la plaza en pie y el grito unánime de "¡torero!, ¡torero!".
Al cuarto lo recibió con verónicas genuflexas y en el ceñido quite desplegó barroquismo y acento mexicano. Andando hasta los medios, trincherillas, trincherazos, cambio de mano aterciopelado. El toro, andarín y con tendencia a quedarse debajo ayudaba poco, pero aun así JT arrancó naturales de mano baja y unos preciosos pases de costadillo pura estampa de añejas tauromaquias. La estocada fulminante supuso el doble trofeo.
Cuando salió el quinto, parecía más entero José Tomás que el propio público, exhausto, al borde de la alferecía que casi se concreta en más de uno en las gaoneras de ajuste inverosímil y el inicio sentado en el estribo, al que siguieron sendos trincherazos que dolieron en las entrañas. Llegaron tandas citando de frente y de largo, impávido y naturales diestros sin montar la muleta, muy cruzado, una colada. Toreo al límite.
Al sexto lo recibió con una larga cambiada de rodillas. En el quite, farol de pie y delantales pura gracia. Gran tercio de banderillas de Monje y Molina, brindis a la cuadrilla y apoderado, pero el toro, esaborío, no quiso colaborar para la apoteosis final, pese a que José Tomás se metió entre los pitones.
Una tarde para la historia. Un aviso para navegantes. El toreo llevado al límite del arte, la pasión y el sentimiento por uno de sus más supremos artífices, quizá el mayor de todos ellos, que eligió Barcelona y la plaza Monumental que mira hacia el futuro con temor y al pasado con nostalgia para proclamar su verdad ante un auditorio expectante y agradecido que, al final, cuando José Tomás salía en volandas por la puerta grande, ante la ira de los coléricos de la acera de enfrente (al otro lado del semáforo, quiero decir) para entrar, si es que no lo estaba ya, en la Historia con hache mayúscula, pensó y proclamó como Luis Cernuda: "Yo estaba allí, más no me preguntéis de dónde o cómo vino, sabed sólo que estuve yo también, cuando el milagro".
Fuente: La Vanguardia


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