domingo, 15 de noviembre de 2009

Chamaco, que sedujo a la afición barcelonesa en los 50, muere a los 74 años

JUAN Soto Viñolo
¿Qué aficionado no recuerda aquello de «Mañana, Chamaco y dos más» de los años 50, que anunciaba Pedro Balañá Espinós en una pizarra sobre la puerta de cuadrillas de la Monumental de Barcelona. Solo importaba Chamaco que formó pareja con Joaquín Bernadó, el catalán de la calle Riereta, tan Petronio como Manzanares padre, tan exquisito con las telas y con un estoque renuente al hoyo de las agujas. La cáfila salía de la corrida y se iba a las taquillas. El solo enunciado de Chamaco (Antonio Borrero Morano), que murió en Huelva a los 74 años, envolvía en una alferecía colectiva a la afición catalana.
A Chamaco –que debutó en la plaza de toros de Huelva en el año 1953–le rindió un homenaje la Tertulia Cultural Taurina Tendido 2, de Barcelona. En el salón de actos del CSIC ya afectado el onubense por esa enfermedad que roe la memoria, descubierta por el doctor Alzheimer; levantóse el ídolo y con la misma gallardía con que ejecutaba la suerte del cartucho de pescao en el centro del taurobolio sacrificial, juntos los pies en la candente, alzó el brazo diestro y agradeció al público y a los ponentes el homenaje tributado por los aficionados de esta peña cultural coordinada por Cristina de la Cruz, con arquitectos, críticos, artistas de la pintura, la escultura y la literatura y los viejos aficionados. Estos son quienes mejor pueden recordar sus hazañas, no solo en el archivo de sus fatigadas neuronas, sino también en el libro Los años 50, que dedica un capítulo a la brillantez de la corrida en Catalunya y, sobre todo en la Monumental de los Balañá, a cuya familia, nunca agradecerá la afición que, desde el año 1927 y desde Las Arenas, haya mantenido, con alzas y bajas, la mejor Tauromaquia de España en sus plazas de toros.
Ahora –pero no pasará nada– cierto aprovechamiento político del antitaurinismo ha traído preocupaciones a la afición catalana ante la que parecía inminente erradicación de la cultura del toro, desde Goya y Picasso hasta Casas, Viladecans, Barceló y El toreador, de Bizet.
Ahora, con su muerte, el torero Chamaco –casado con Carmen Borrero y padre de dos hijos, Antonio y Juan– nos traslada a los años 50 cuando mi padre me llevaba a las andanadas de sol en la plaza Monumental, entrando por las puertas de madera últimamente ensuciadas con pintura roja y eslóganes mal sonantes.
Pero no pasa nada. La próxima primavera, volverán a sonar timbales y clarines.
Fuente: elperiodico.com

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