El diestro Castella da un pase de pecho a su segundo toro, ayer en la plaza de toros de Pontevedra. Rafa Vázquez
RAMIRO ESPIÑO - PONTEVEDRA
Una becerrada infumable para un cartel de lujo. Así podríamos definir lo visto ayer en la corrida que abrió el ciclo taurino de la Peregrina. El encierro que presentó en el coso pontevedrés la ganadería de El Torreón no sólo provocó la justa indignación de los abarrotados tendidos, sinó que impidió el lucimiento de los diestros, y sólo el pundonor del francés Sebastián Castella evitó el fracaso de la terna.
Con demasiada frecuencia se cumple el dicho de que cuando hay toros no hay toreros, y cuando hay toreros lo que fallan son los toros. Este segundo ha sido el caso de ayer. ¡Qué pena de cartel desaprovechado!, y qué pena de ambiente entregado, con ganas de disfrutar, y todo porque un año más (y ya van unos cuantos) los morlacos de El Torreón deberían hacer pensar a su propietario, el ex-matador colombiano César Rincón, que necesitan urgentemente mejorar el encaste, para evitarse el sonrojo que supongo habrá sentido ayer cuando desde el tendido se cantó a coro "tengo una vaca lechera", o "manos arriba, esto es un atraco", en justa protesta por el escaso trapío de los toros, con una alarmante falta de fuerza que hicieron inútiles los esfuerzos de los diestros, desesperados al ver que todos sus intentos para tratar de hacer una lidia digna se estrellaban contra un ganado indigno de un ambiente como el de ayer.
Y a pesar de los toros, Castella logró abrir la puerta grande, aunque no haya podido cruzarla, sinó que pasó directamente de la plaza a la enfermería para ser atendido de una cornada, afortunadamente con consecuencias leves en su muslo izquierdo, sufrida durante la lidia de su primer enemigo, que le dió un revolcón y un buen susto. No fue el único, pues uno de los subalternos de la cuadrilla de Javier Conde también recibió un puntazo en la pantorrilla al banderillear al cuarto de la tarde.
El diestro francés tiró de pundonor hasta el punto de que en los tendidos pocos se dieron cuenta del percance, y tal pareció que había recibido sólo un molesto golpe, luciendo un vendaje y aguantando hasta el final, para conseguir cortar una oreja a cada uno de sus enemigos, después de sendas faenas no demasiado ortodoxas pero llenas de valor y de ese tipo de gestos que suelen calar en los tendidos del coso pontevedrés.Y es que a este paso Castella va camino de suceder a El Juli, otrora ídolo de masas por estos pagos, en el corazón de los casi siempre festivos tendidos pontevedreses, tanto que ya en el tercero de la tarde el presidente tuvo que soportar una fuerte bronca por negarse, con buen criterio, a conceder una segunda oreja que ya sería el colmo de las rebajas.
Javier Conde, que debutaba en la feria pontevedresa, estuvo torero en los gestos, pero se quedó prácticamente en eso. La pausa que le dio a sus faenas, alargando en exceso la lidia, no fue del todo entendida por un sector del público, que llegó a pitarle en varias fases, sin entender que la falta de fuerza de sus rivales no permitía más que intentar sacar pases sueltos dejando que entre cada uno el toro recuperase el resuello.
Cortó una oreja al que abrió plaza, fruto más de la tradicional generosidad de un tendido con ganas de fiesta que de lo visto sobre la arena, mientras que de su segundo apenas podemos destacar la sensacional estocada con que despachó a su rival, tras otra faena larguísima y sin ritmo.
A José Tomás esta vez le tocó bailar con la más fea, o dicho de otro modo, soportar el peor lote, lo que es mucho decir, teniendo en cuenta lo malo que fue todo el encierro.
Ni siquiera el diestro de Galapagar, cuya sóla presencia en el cartel, además de un lujo, garantiza un lleno espectacular como el de ayer, podía hacer nada con unos toros así, y eso que lo intentó, pero su primero era un apenas un becerro sin peso ni fuerzas, al que comenzó toreando bien al natural, pero ahí, después de una serie ya se le acabó el enemigo.Y aunque dicen que no hay quinto malo, el de ayer fue sencillamente el peor de toda la corrida. Un inválido para la lidia que desesperó a Tomás. El genio del madrileño le hizo intentarlo pero era imposible y tuvo que despacharlo sin conseguir arrancarle ni un sólo pase decente.
fUENTE: farodevigo.es
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