Recuerdo la carta que me envió la poetisa uzbequistaní Yasmina Martinirrojova, a modo de despedida, cuando después de llevarla a los toros y alejándose en el horizonte, me narraba: "Plaza torerista, tres cuartos de entrada, cientos de Manila, plaza repintada. Gula sibarita, vino solariego, gordos langostinos, trazas coloreadas ...".
Cuanta razón cuando contaba a sus paisanos, que había estado en la mejor plaza de segunda, la mejor feria de Andalucía, la que embelesó y deslumbró a una generación de jóvenes periodistas de prestigiosas revistas especializadas, que llegaron a bautizar al toro perfecto como el "toro de Almería" y no volvieron a faltar nunca más.
¡Que tiempos! Entonces, los veterinarios seleccionaban, analizaban, profundizaban, revisaban. Entonces, el presidente, seleccionaba, analizaba, profundizaba y firmaba.
Entonces no salían toros con cornadas retestinadas y ocultas, ni con defensas que no pasarían actualmente ni en Roquetas de Mar. Entonces había trapío y verdad, y no había golpes de pecho, ni citas con comités de sabios cigaleando, ni leches.
Entonces había seriedad y respeto a un público que llena y aplaude como nadie a los toreros, aunque estén ante bueyes rocieros (mis sinceros respetos hacia ellos -los bueyes-que sí que cumplen con su obligación).
Querida Yasmina, no se como contarte que el respetable abroncaba a los toros en el arrastre, ni como ocultarte desapariciones fantasmagóricas, para no escuchar la sincera bronca de una afición harta. Ni como decirte que esto, en vez de la segunda feria de Andalucía, no sé si será la segunda de la provincia. Lo mismo hace falta un cambio de ciclo, o quizá, el silencio avergonzado de los mentores.
Lo que sí te contaré, entre martini y martini, es que los mantones de Manila seguían y seguirán allí, contrate quien contrate.
Paco Bernabeu.
Fuente:Diario de Almería
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