“Queríais mandar en vuestra fiesta. Ya mandáis. Queríais presidir vuestras corridas para no ser mangoneados. Ya lo hacéis. Queríais tener a un público obediente y sometido, ya lo tenéis. Queríais pesebres para alimentar a los plumillas. Ya comen de vuestra paja.
Ahora oíd el futuro: No me tendréis comiendo en vuestros pesebres construidos de mentiras y llenos de avenate. No me tendréis aplaudiendo a los picadores que no pican, y a los banderilleros que ponen banderillas a la remanguillé. Ni aplaudiré al torero cicatero que al hilo del pitón le ahorra las femorales a los cuernos del toro. Ni al figurón que inventó el parón como soberbia expresión de la emoción. Ni tampoco me tendréis al lado del indulto publicitario y de las estocadas fuera de cacho. Seguiré escribiendo y diciendo la fiesta en la que creo y que no es otra que la que representa la verdad de la muerte con pitones limpios. La del toro que es toro y no becerro. La del torero que ofrece el sacrifico de su vida cargando la suerte todas las tardes y en cada toro. No puedo comulgar con vosotros, sencillamente porque no soy como vosotros.
Fue una noche para recordar porque el recuerdo marca la historia de la tauromaquia. Porque se organizó para el recuerdo y para homenajear el sueño de los toreros. Pero para ser una noche soñada, no era menester mancharla con el oprobio de un indulto injusto. A un toro chico abrochadito de cuerna. Encastado pero enano y que igual que manseó en el picotacito del varilarguero, y se dolió en banderillas, también se fue a tablas cuando vio las maderas cerca. Fernando Domecq estaba exultante, pedía a voces el indulto y no me cabe la menor duda que el ganadero quería este toro en el campo para echárselo a las vacas pigmeas que me han dicho se ha traído del último safari. Se ve que Fernando Domecq tiene visión de futuro.”
Agustín Hervás en su blog
Ahora oíd el futuro: No me tendréis comiendo en vuestros pesebres construidos de mentiras y llenos de avenate. No me tendréis aplaudiendo a los picadores que no pican, y a los banderilleros que ponen banderillas a la remanguillé. Ni aplaudiré al torero cicatero que al hilo del pitón le ahorra las femorales a los cuernos del toro. Ni al figurón que inventó el parón como soberbia expresión de la emoción. Ni tampoco me tendréis al lado del indulto publicitario y de las estocadas fuera de cacho. Seguiré escribiendo y diciendo la fiesta en la que creo y que no es otra que la que representa la verdad de la muerte con pitones limpios. La del toro que es toro y no becerro. La del torero que ofrece el sacrifico de su vida cargando la suerte todas las tardes y en cada toro. No puedo comulgar con vosotros, sencillamente porque no soy como vosotros.
Fue una noche para recordar porque el recuerdo marca la historia de la tauromaquia. Porque se organizó para el recuerdo y para homenajear el sueño de los toreros. Pero para ser una noche soñada, no era menester mancharla con el oprobio de un indulto injusto. A un toro chico abrochadito de cuerna. Encastado pero enano y que igual que manseó en el picotacito del varilarguero, y se dolió en banderillas, también se fue a tablas cuando vio las maderas cerca. Fernando Domecq estaba exultante, pedía a voces el indulto y no me cabe la menor duda que el ganadero quería este toro en el campo para echárselo a las vacas pigmeas que me han dicho se ha traído del último safari. Se ve que Fernando Domecq tiene visión de futuro.”
Agustín Hervás en su blog
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