Recinto en el South Point Arena & Casino de Las Vegas
Reproducimos un artículo que D. Pedro Toledano escribe el el periódico Levante-emv.com sobre la reciente polémica delas corridas de toros 'incruentas' de Las Vegas.
Reproducimos un artículo que D. Pedro Toledano escribe el el periódico Levante-emv.com sobre la reciente polémica delas corridas de toros 'incruentas' de Las Vegas.
Cansa tanta mascarada
La semana transcurría con esa calma tensa que delata que lo que está pasando en los ruedos no es lo que se cuenta que está pasando, sino lo que se quiere contar para disfrazar una realidad que comienza a preocupar más allá de lo puramente emocional. Se está intentando hacer ruido para dar tiempo a que pase la tormenta que se ciñe cada vez con más intensidad sobre el solar de las plazas de toros. Esa tormenta no es sólo la crisis económica, tiene otro nombre: Mascarada. Sí, simulación de algo tan verdadero como es la auténtica corrida de toros. La que conjuga emoción y arte. Sin lo uno no existe lo otro. Cada día se le quita protagonismo al toro. Quienes lo hacen también tienen nombre: los taurinos. Son quienes manejan el negocio los que adulan y realzan las habilidades de los toreros que se inventan toros que no existen utilizando a cuatro mercachifles como voceros de sus intereses.
Si el toro no existe, ¿qué son esos sujetos vestidos como lo hacían los toreros de antaño? ¿Simples bufones? Si se sigue por ese camino, la tormenta que ahora tratan de esconder, se hará cada vez más presente, más destructiva. No les quepa duda. Para no perderse con historias del abuelito Tribulete, sin ir más lejos, la semana pasada se vieron en Valencia las dos caras de la moneda de la fiesta. La del toro íntegro, sin adulterar, tampoco nada exagerado, como la corrida de Los Bayones; y encastado y serio, como la de Adolfo Martin. Ambas lidiadas por toreros que si no hay toro, poco pueden inventarse porque sólo saben utilizar la verdad de toda la vida, de mayor o menor peso, pero sincera; y dos remedos de encierros, los de Valdefresno y Parladé, sin presencia, ni casta, ni bravura, ni seriedad, lidiados por quienes sí saben inventarse toros cuando éstos no existen. Son expertos en artes malabares. Auténticos hombres de circo, ¿o no?
Y para que todo sea más real bajo la carpa, aparece Pedro Haces Barba, de Don Bull Producciones, empresario mejicano que este invierno va a organizar festejos incruentos en el South Point Arena de Las Vegas, en Estados Unidos, y en una entrevista que ha concedido a La Vanguardia, en la que además de promocionar su espectáculo, ha destapado la caja de Pandora de la polémica: "Haré unas corridas modernas, suprimiendo el tercio de varas y el tercio en el que muere el toro. Vamos a poner bellas mujeres ataviadas con los trajes de cada país y a caballo, habrá banderas y se tocarán himnos nacionales…"
Ante tal despliegue de imaginación y de confundir la velocidad de su negocio con el tocino real de lo que significan los valores de una tradición, salta al ruedo de la defensa de la fiesta que se dice nacional, el francés Simón Casas, cargado de argumentos que ya nos gustaría pusiera en práctica en las plazas que él mismo regenta al tiempo que invitara a sus colegas los empresarios a predicar con el ejemplo. A saber: Si como dice Casas, lo peligroso de la iniciativa del empresario de Las Vegas, es que haya logrado el concurso de las figuras –Ponce, El Juli y Morante, están entre los toreros contratados, debería tomar la iniciativa y prescindir de esas figuras para que toreen en sus plazas. Si tilda de mascarada, que aquí le damos plenamente la razón a Casas, a la iniciativa de Don Bull, para diferenciarse debería poner él y animar al resto de colegas empresarios, para que vigilen la integridad del toro de lidia tal y como se presupone que le gusta a él y a los aficionados que prefieren la corrida tal y como nos la legaron nuestros antepasados.
Si los taurinos siguen empeñados en organizar espectáculos de baja intensidad, en el que el toro y –por ende- la emoción brillan por su ausencia, estamos a un paso de que la iniciativa de Las Vegas tome carta de naturaleza. ¿A nadie se le ha ocurrido pensar que la burla de Don Bull es posible por las mascaradas que vemos todos los días en nuestras plazas? Si queremos preservar la razón de ser de esta fiesta, tenemos que empezar por poner orden en nuestras casas y, dicho sea con toda la carga de profundidad posible, empezar a llamar a las cosas por su nombre.
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