Reproducimos la crónica que realiza para El País D. José Luis Merino, sobre la corrida de ayer, martes 18 de agosto, en bilbao. Aste Nagusia 2009.
Sebastián Castella, con el quinto de la tarde.- FERNANDO DOMINGO-ALDAMAToros de Fuente Imbro: De buena presencia, juego desigual (entre nobleza y mansedumbre), falta de fuerza en general.
El Cid: estocada (ovación); estocada defectuosa (silencio).
Sebastián Castella: -aviso-, estocada (aplausos); tres pinchazos -aviso-, estocada y descabello (aplausos).
Miguel Ángel Perera: -aviso- pinchazo hondo (petición de oreja y vuelta al ruedo); media estocada y descabello (aplausos).
Plaza de Toros de Vista Alegre. 18 de agosto. Cuarta de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.
El Cid: estocada (ovación); estocada defectuosa (silencio).
Sebastián Castella: -aviso-, estocada (aplausos); tres pinchazos -aviso-, estocada y descabello (aplausos).
Miguel Ángel Perera: -aviso- pinchazo hondo (petición de oreja y vuelta al ruedo); media estocada y descabello (aplausos).
Plaza de Toros de Vista Alegre. 18 de agosto. Cuarta de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.
La crónica:
El público bizcochón perdonó a El Cid
El público de Bilbao demostró ayer no tener ni la más repajolera idea de toros. No sabe cómo debe reaccionar un público de afuste o siquiera normal. A la muerte del cuarto toro, segundo de El Cid, tuvo que fabricar una pitada monumental. Una pitada equivalente a las siguientes palabras: "usted se ha dejado escapar un buen toro y nosotros se lo hacemos saber con esta música de viento".
El francés Castella en su primero no pasó de lo discreto. En su segundo fueron meritorias las series con la mano derecha. Contabilizamos cuatro series donde predominó la vibración en la ejecutoria. Ahora bien, por alargar la faena no alcanzó el éxito deseado. Se propuso encender la tarde como se enciende un árbol de navidad, pero falló algún fusible. Debe saber, y lo sabe, que los toros no se dejan matar cuando se les ha molido a muletazos. Más algo falla. Quiero decir, si esos derechazos vibrantes hubieran estados trufados de hondura y cargada la suerte de manera adensada, los toros piden la muerte casi como un favor.
El primer toro de Miguel Ángel Perera fue nobilísimo, aunque carente de fuerza. La faena con la mano derecha pudo ser de las buenas si no fuera por la falta de fuerza del animal. Todo estaba muy bien trazado, pero, pero, pero, con el cuidado de que no perdiera las manos el animal. ¿Desde cuándo un torero tiene que ser la niñera de un toro? Desde aquella vez que los públicos concedieron orejas a faenas hechas a toros inválidos, como el de ayer.
De ahí que el presidente de Vista Alegre, Matías González, ejerciendo con buen criterio no concederle la oreja de ese toro a Perera, pese a que el público bizcochón la pedía con insistencia. Prueba de ese buen criterio presidencial es que el toro se fue al desolladero con un sólo pinchazo. Ver para creer. Esos son los toros que jalean los palmeros de las figuras, esos criticastros que escriben para las madres de los toreros, además de cobrar a tonta el elegio. Ésta expresión la he sacado de unas palabras dichas en su día por el torero Ignacio Sánchez Mejías, aquel diestro, cuñado de Joselito, El Gallo, a quien Federico García Lorca escribió a su muerte en la plaza de Manzanares un poema antológico.
El público bilbaíno tiene vocación aplaudidora. Aplaude a todo aquello que se mueve. Empieza por palmear a los alguacilillos y, si se tercia, a los muleros y hasta algún servidor de la limpieza. Ovaciona a aquellos picadores que pican poco, sin saber que picando lo adecuado los toros rodarían por los suelos como vulgares peonzas. Más reserva sus delicadas manos, hasta romperlas si fuera preciso, para las figuras de la torería andante, da igual si lo mostrar tiene valor alguno o si es puro fraude. José Luis Merino/El País.
De ahí que el presidente de Vista Alegre, Matías González, ejerciendo con buen criterio no concederle la oreja de ese toro a Perera, pese a que el público bizcochón la pedía con insistencia. Prueba de ese buen criterio presidencial es que el toro se fue al desolladero con un sólo pinchazo. Ver para creer. Esos son los toros que jalean los palmeros de las figuras, esos criticastros que escriben para las madres de los toreros, además de cobrar a tonta el elegio. Ésta expresión la he sacado de unas palabras dichas en su día por el torero Ignacio Sánchez Mejías, aquel diestro, cuñado de Joselito, El Gallo, a quien Federico García Lorca escribió a su muerte en la plaza de Manzanares un poema antológico.
El público bilbaíno tiene vocación aplaudidora. Aplaude a todo aquello que se mueve. Empieza por palmear a los alguacilillos y, si se tercia, a los muleros y hasta algún servidor de la limpieza. Ovaciona a aquellos picadores que pican poco, sin saber que picando lo adecuado los toros rodarían por los suelos como vulgares peonzas. Más reserva sus delicadas manos, hasta romperlas si fuera preciso, para las figuras de la torería andante, da igual si lo mostrar tiene valor alguno o si es puro fraude. José Luis Merino/El País.
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