Miguel Ángel Perera ha salido esta tarde a hombros de la plaza de Almendralejo gracias a un generoso presidente, en una deslucida corrida de Zalduendo que aburrió al público y en la que Julio Aparicio pasó sin pena ni gloria y Cayetano Rivera Ordóñez fue premiado con otra generosa oreja.
Se lidiaron seis toros de Zalduendo, desiguales de presentación, con un primero y segundo pitados en el arrastre, faltos de raza, hechura y de casta, lidiados ante más de cuatro mil personas que ocuparon casi la totalidad del aforo de la plaza
Julio Aparicio. Estocada. División de opiniones. Pinchazo y estocada baja. Silencio.
Miguel Ángel Perera. Pinchazo hondo y contrario y cuatro descabellos. Saludos tras un aviso. Estocada. Dos orejas y rabo.
Cayetano Rivera Ordóñez. Cuatro pinchazos, un sablazo con salida y cuatro descabellos. Silencio tras un aviso. Estocada y dos descabellos. Una oreja.
Julio Aparicio apechó con el primero de la tarde, un toro estrecho de sienes, abrochado de pitones, parado y protestado por el público por su impresentable presencia, con el que el torero se mostró incómodo y el respetable también ante aquella piltrafa que se caía por sí sola.
Mejor presentado estuvo el segundo de su lote, cuarto toro de la tarde, que tuvo recorrido, al que el torero tardó en enseñar a embestir por su falta de temple y quietud. A tirones fue robándole muletazos y echando el paso atrás le sacó series que no convenció a la mayoría del público. Ni Aparicio dijo nada ni el toro dejó que lo hiciera.
Miguel Ángel Perera tuvo delante un toro feo de cara, cornicorto y bizco del pitón izquierdo, que también fue protestado de salida, al que el temple de la muleta le exprimió con torería la no muy acusada bravura del animal, que tampoco presentó dificultades serias, a lo largo de una faena artística carente de emoción, pero no de ilusión de sus incondicionales.
El quinto de la tarde tampoco dijo casi nada y sólo la buena voluntad de Perera, su insistencia con la muleta y la sumisión del animal, logró la faena más lucida de tan aburrida tarde hasta que el toro se echó y el público volvió a bostezar. Sin embargo, la estocada animó al presidente a concederle sorprendentemente los máximos trofeos.
Cayetano Rivera Ordóñez, con otro toro cornicorto y cómodo de cabeza, lanceó con cierto gusto y en esa línea estuvo en el último tercio invitando a embestir a un toro que tuvo cierto recorrido que aprovechó el torero para ponerle un poco de sal a esta primera mitad de tan decepcionante ganado de Zalduendo, con el que el torero mostró voluntad de agradar.
El toro que cerró plaza, alto de aguja, sin fijeza y un tanto bronco, se acopló al lucimiento del torero, que lo supo llevar con cierta torería en series cortas intermitentes, con tímidos destellos de escasas pinceladas, tan efímeras como de buen gusto.
Se lidiaron seis toros de Zalduendo, desiguales de presentación, con un primero y segundo pitados en el arrastre, faltos de raza, hechura y de casta, lidiados ante más de cuatro mil personas que ocuparon casi la totalidad del aforo de la plaza
Julio Aparicio. Estocada. División de opiniones. Pinchazo y estocada baja. Silencio.
Miguel Ángel Perera. Pinchazo hondo y contrario y cuatro descabellos. Saludos tras un aviso. Estocada. Dos orejas y rabo.
Cayetano Rivera Ordóñez. Cuatro pinchazos, un sablazo con salida y cuatro descabellos. Silencio tras un aviso. Estocada y dos descabellos. Una oreja.
Julio Aparicio apechó con el primero de la tarde, un toro estrecho de sienes, abrochado de pitones, parado y protestado por el público por su impresentable presencia, con el que el torero se mostró incómodo y el respetable también ante aquella piltrafa que se caía por sí sola.
Mejor presentado estuvo el segundo de su lote, cuarto toro de la tarde, que tuvo recorrido, al que el torero tardó en enseñar a embestir por su falta de temple y quietud. A tirones fue robándole muletazos y echando el paso atrás le sacó series que no convenció a la mayoría del público. Ni Aparicio dijo nada ni el toro dejó que lo hiciera.
Miguel Ángel Perera tuvo delante un toro feo de cara, cornicorto y bizco del pitón izquierdo, que también fue protestado de salida, al que el temple de la muleta le exprimió con torería la no muy acusada bravura del animal, que tampoco presentó dificultades serias, a lo largo de una faena artística carente de emoción, pero no de ilusión de sus incondicionales.
El quinto de la tarde tampoco dijo casi nada y sólo la buena voluntad de Perera, su insistencia con la muleta y la sumisión del animal, logró la faena más lucida de tan aburrida tarde hasta que el toro se echó y el público volvió a bostezar. Sin embargo, la estocada animó al presidente a concederle sorprendentemente los máximos trofeos.
Cayetano Rivera Ordóñez, con otro toro cornicorto y cómodo de cabeza, lanceó con cierto gusto y en esa línea estuvo en el último tercio invitando a embestir a un toro que tuvo cierto recorrido que aprovechó el torero para ponerle un poco de sal a esta primera mitad de tan decepcionante ganado de Zalduendo, con el que el torero mostró voluntad de agradar.
El toro que cerró plaza, alto de aguja, sin fijeza y un tanto bronco, se acopló al lucimiento del torero, que lo supo llevar con cierta torería en series cortas intermitentes, con tímidos destellos de escasas pinceladas, tan efímeras como de buen gusto.
FUENTE: Hoy.es
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