La Condomina: primera corrida de feria. Poco más de media plaza en tarde nublada y fresca.
Ganadería: seis toros de José Luis Pereda, de Huelva, nobles, flojos, escasos de pitones y desiguales de presencia, terciados, primero y último con más alzada. El quinto manseó, y el sexto fue el mejor de la corrida; noble y repetidor, humillado a ras de suelo, fue el mejor de la corrida.
El Cordobés: estocada honda (oreja sin una mínima mayoría); estocada caída (dos orejas).
Rivera Ordóñez: cuatro pinchazos y media perpendicular atravesada, aviso, y descabello (silencio); estocada honda atravesada de efecto fulminante (oreja).
El Fandi: metisaca y estocada caída (silencio tras mínima petición); estocada caída, dos descabellos (una oreja) y bronca al respetable.
Ganadería: seis toros de José Luis Pereda, de Huelva, nobles, flojos, escasos de pitones y desiguales de presencia, terciados, primero y último con más alzada. El quinto manseó, y el sexto fue el mejor de la corrida; noble y repetidor, humillado a ras de suelo, fue el mejor de la corrida.
El Cordobés: estocada honda (oreja sin una mínima mayoría); estocada caída (dos orejas).
Rivera Ordóñez: cuatro pinchazos y media perpendicular atravesada, aviso, y descabello (silencio); estocada honda atravesada de efecto fulminante (oreja).
El Fandi: metisaca y estocada caída (silencio tras mínima petición); estocada caída, dos descabellos (una oreja) y bronca al respetable.
Esta plaza es una tómbola
Abrieron plaza El Cordobés, Rivera Ordóñez y El Fandi seguidos de sus cuadrillas, y la plaza centenaria de La Condomina escuchó los ya habituales aplausos mediáticos, si bien cabe precisar que la entrada flojeó sensiblemente, poco más de media, si se compara con años precedentes.
La sorpresa es que El Cordobés salió a hombros de los capitalistas mientras Rivera Ordóñez y El Fandi se iban a pie de la plaza.
Pero vayamos al asunto porque la cosa tiene miga. Si Curro Puya hubiese estado en la plaza habría calificado lo sucedido de «siniestro espectáculo».
La cuestión es que el primer toro de El Cordobés dobló las manos de salida, cobró un puyazo trasero y se oyeron pitos del respetable porque la flojedad era manifiesta. Como todos los años, en el mismo sitio y a la misma hora, El Cordobés se fue al tendido del uno, dio una par de mantazos que se aplaudieron, una voz del tendido pidió que sonara la música, el novillo toro se amorcilló en la tercera serie, el matador se adornó a su manera y los despenó de estocada honda. Así y todo, una ínfima mayoría de El Cordobés, flamearon pañuelos, y el presidente le concedió una oreja a todas luces desproporcionada e injusta.
Cada uno tiene lo suyo. Por lo que respecta a Rivera Ordóñez, las féminas van a la plaza a fotografiarse en el callejón con el torero. El segundo de la tarde salió con pies de toriles y buscó el capote de Rivera, pero al toro le recetaron un puyazo largo tapando la salida. El tercio de banderillas enardeció a sus seguidoras: el primer par lo puso en lo alto, el segundo se vio más apretado, y el tercero al violín fue muy aplaudido. Con la muleta no hubo faena propietamente dicha, sino muletazos sueltos, y necesitó de cinco intentos, aviso y descabello, para que doblase el terciado y flojo animal, por lo que se silenció su labor.
El tercero de El Fandi era un novillete -483 kilogramos dio en la báscula-, y lo recibió con una larga cambiada de rodillas. Fue muy aplaudido cuando le tocó la testuz al proyecto de toro de José Luis Pereda, se fue la manguera y brindó al personal. Inició la faena genuflexo y el torete empezó a doblar las manos, posiblemente porque los brean con tantos carreras y acelerones, y acaban exhaustos. Lo esperpéntico es que tras un metisaca y estocada caída, hubo una mínima petición.
A las veinte horas, después del descanso, se reanudó la corrida tras la consiguiente merienda. A todo esto, El Cordobés pensó que podía salir por la puerta grande y no se lo pensó ni un minuto. Allá penas si daba mantazos y hacía el paripé con el picador, el viejo truco del almendruco: mientras el picador mete la puya hasta el corbejón, el maestro, histriónico, se hace el longui y deja que lo machaquen.
La cuestión es que brindó al público e inició la faena de rodillas en tablas. Luego, abierto el compás, ligó una serie aceptable, sonaron los acordes del pasodoble Gallito e hilvanó otra tanda, esta vez sí, cargada la suerte, tropezó con el toro, rodó por la arena y se levantó enrabietado.
A su aire, recurrió a la charlotada: destoreó al natural, dejó muletazos sucios, tres saltos de la rana y un amago de boxeo en la cara del toro escarnecido y humillado, un esperpento que le valió dos orejas y la salida a hombros.
El quinto de la tarde desarrolló peligro y mansedumbre, salía suelto de la suerte y miraba las piernas de Rivera Ordóñez, con la consiguiente preocupación de sus fieles seguidoras.
Sorteó El Fandi el mejor toro del festejo, noble y encastado, que abría surcos en el albero de esta plaza centenaria. Lo recibió de rodillas con dos largas cambiadas y chicuelinas al paso para calentar el tercio de banderillas. El primero quedó trasero, el segundo de dentro afuera y el tercero al quiebro, suertes coreadas al unisono. Brindó al público desde el corazón de la plaza, lo recibió en tablas y lo llevó a los medios, humillado y repetidor.
Sin embargo, no estuvo a la altura del de José Luis Pereda, por nombre Ansioso, castaño de capa y 501 kilogramos de peso.
Lo dice el axioma: «Que Dios te libre de que te salga un toro un bravo». Este no era el histórico Jaquetón, pero El Fandi no supo o no pudo lidiarlo, y es que una cosa es poner banderillas y otra corretear por la plaza, pero aguantar la mirada de un toro encastado requiere corazón y técnica.
El epílogo fue triste. El Fandi lo mató de estocada y dos descabellos, y el palco le concedió una sola oreja, con una petición muy superior a la que le había dado a El Cordobés. La bronca se oyó en Algezares.
La sorpresa es que El Cordobés salió a hombros de los capitalistas mientras Rivera Ordóñez y El Fandi se iban a pie de la plaza.
Pero vayamos al asunto porque la cosa tiene miga. Si Curro Puya hubiese estado en la plaza habría calificado lo sucedido de «siniestro espectáculo».
La cuestión es que el primer toro de El Cordobés dobló las manos de salida, cobró un puyazo trasero y se oyeron pitos del respetable porque la flojedad era manifiesta. Como todos los años, en el mismo sitio y a la misma hora, El Cordobés se fue al tendido del uno, dio una par de mantazos que se aplaudieron, una voz del tendido pidió que sonara la música, el novillo toro se amorcilló en la tercera serie, el matador se adornó a su manera y los despenó de estocada honda. Así y todo, una ínfima mayoría de El Cordobés, flamearon pañuelos, y el presidente le concedió una oreja a todas luces desproporcionada e injusta.
Cada uno tiene lo suyo. Por lo que respecta a Rivera Ordóñez, las féminas van a la plaza a fotografiarse en el callejón con el torero. El segundo de la tarde salió con pies de toriles y buscó el capote de Rivera, pero al toro le recetaron un puyazo largo tapando la salida. El tercio de banderillas enardeció a sus seguidoras: el primer par lo puso en lo alto, el segundo se vio más apretado, y el tercero al violín fue muy aplaudido. Con la muleta no hubo faena propietamente dicha, sino muletazos sueltos, y necesitó de cinco intentos, aviso y descabello, para que doblase el terciado y flojo animal, por lo que se silenció su labor.
El tercero de El Fandi era un novillete -483 kilogramos dio en la báscula-, y lo recibió con una larga cambiada de rodillas. Fue muy aplaudido cuando le tocó la testuz al proyecto de toro de José Luis Pereda, se fue la manguera y brindó al personal. Inició la faena genuflexo y el torete empezó a doblar las manos, posiblemente porque los brean con tantos carreras y acelerones, y acaban exhaustos. Lo esperpéntico es que tras un metisaca y estocada caída, hubo una mínima petición.
A las veinte horas, después del descanso, se reanudó la corrida tras la consiguiente merienda. A todo esto, El Cordobés pensó que podía salir por la puerta grande y no se lo pensó ni un minuto. Allá penas si daba mantazos y hacía el paripé con el picador, el viejo truco del almendruco: mientras el picador mete la puya hasta el corbejón, el maestro, histriónico, se hace el longui y deja que lo machaquen.
La cuestión es que brindó al público e inició la faena de rodillas en tablas. Luego, abierto el compás, ligó una serie aceptable, sonaron los acordes del pasodoble Gallito e hilvanó otra tanda, esta vez sí, cargada la suerte, tropezó con el toro, rodó por la arena y se levantó enrabietado.
A su aire, recurrió a la charlotada: destoreó al natural, dejó muletazos sucios, tres saltos de la rana y un amago de boxeo en la cara del toro escarnecido y humillado, un esperpento que le valió dos orejas y la salida a hombros.
El quinto de la tarde desarrolló peligro y mansedumbre, salía suelto de la suerte y miraba las piernas de Rivera Ordóñez, con la consiguiente preocupación de sus fieles seguidoras.
Sorteó El Fandi el mejor toro del festejo, noble y encastado, que abría surcos en el albero de esta plaza centenaria. Lo recibió de rodillas con dos largas cambiadas y chicuelinas al paso para calentar el tercio de banderillas. El primero quedó trasero, el segundo de dentro afuera y el tercero al quiebro, suertes coreadas al unisono. Brindó al público desde el corazón de la plaza, lo recibió en tablas y lo llevó a los medios, humillado y repetidor.
Sin embargo, no estuvo a la altura del de José Luis Pereda, por nombre Ansioso, castaño de capa y 501 kilogramos de peso.
Lo dice el axioma: «Que Dios te libre de que te salga un toro un bravo». Este no era el histórico Jaquetón, pero El Fandi no supo o no pudo lidiarlo, y es que una cosa es poner banderillas y otra corretear por la plaza, pero aguantar la mirada de un toro encastado requiere corazón y técnica.
El epílogo fue triste. El Fandi lo mató de estocada y dos descabellos, y el palco le concedió una sola oreja, con una petición muy superior a la que le había dado a El Cordobés. La bronca se oyó en Algezares.
Crónica de JOSÉ M. GALIANA MURCIA/ La Verdad.
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