jueves, 11 de agosto de 2011

HUESCA-SAN LORENZO 2011. Ponce sale por la puerta grande tras cortar dos baratísimas orejas



Reproducimos la crónica que sobre el festejo taurino de ayer, miércoles 10 de agosto, realiza por D. Carmelo Moya para el periodicodearagon.com



Morenito de Aranda obtiene un trofeo mientras Sebastián Castella pasa desapercibido



Carmelo Moya 11/08/2011
El único momento solemne de la tarde tuvo lugar justo antes de romperse el paseíllo. La plaza enmudeció para rendir un minuto de silencio en honor a la memoria de Raimundo Pérez Pérez, tantos años alguacilillo de esta plaza y tantos más de la de Zaragoza. Raimundo nos dejó en noviembre, con el frío. Hirió para siempre nuestros corazones y perpetuó el recuerdo perenne de la amistad pura, para siempre jamás. Amén.
Ahí acabó el rito. El dios Tauro se durmió y envió como delegados seis toros ±cinco de Parladé y uno, el 4°, de Juan Pedro Domecq- que deshonraron la liturgia yendo al caballo pero sin dejarse picar. Sobraron las puyas. La suerte o lo que aquello fuese consistió tan solo en el topetazo. Esta fiesta estandarizada ha dejado atrás los vestidos de las señoronas, las camisas planchadas de los maromos y ha sido tomada por el chándal de tactel y los pantalones pirata. Como para inspirarse. La banda de música, tocada por el flanco de su prescindibilidad en la preferia, se aplicó de lo lindo haciéndose notar -viniese o no a cuento- en cada uno de los toros. Sus alrededor de 70 intérpretes, se ganaron la soldada, dale que te dale, como si lo que ocurriera en el ruedo fuera el non plus ultra. ¡Pa chasco!
Su primer pasodoble, Agüero (no confundir con agujero, a pesar de los escasos tres cuartos de entrada en el día del patrón) sonó en honor de un Ponce autoclonado. Solvente, todo ciencia, hipercorrección elevada a la máxima potencia, pero incapaz de conmoverte. Calcó las dos faenas. Eternas, cansinas, difícilmente digeribles. Más de lo mismo qué pereza.
¿Qué sería del escalafón con tres o cuatro Ponces sin defectos pero sin emociones? Porque a su primero fue capaz de traerlo de la muerte y sostenerlo en pie, bailándolo de aquí para allá. Y a su otro, más vareado y ágil, lo trasteó in enternum hasta el punto de recibir un aviso antes de tomar la espada de verdad. El estoconazo indujo dos orejas que todavía nadie se explica por excesivas. Ahí queda eso.
Y es que el presidente Antonio Riva se hizo el longuis en los dos primeros toros, susceptibles de devolución por inválidos; se ganó una tremenda bronca por no conceder una oreja a Castella en su primero y resbaló al conceder un trofeo a Morenito de Aranda en el tercero, negándosela en el sexto con más motivos para premio. Supongo que, al menos, tomaría nota de la antirreglamentaria utilización de banderillas no vestidas con los colores de esta tierra llamada todavía Aragón.
Morenito de Aranda recibió de capa a su primer toro levantando una polvareda tal que más parecía que estaba lanceando en medio de un páramo de Castilla que en el frondoso somontano de esta bendita tierra. Difícil identificar al torero entre tanto revuelo. Pero muy nítidos después los muletazos trazados con tiralíneas, ayunos de apreturas y vaciados en Gerona, con lo que, cada vez, había que recolocarse en busca de Apis. Curiosa la oreja concedida tras una estocada que solo fue media. Todavía es un misterio el qué y el cómo de su labor.
En el de cierre y sin vacilación ninguna, se instaló bajo las peñas (¡este coso lleno por quien es, es!) a las primeras de cambio. Ni por esas. El tapado fue el sigiloso Sebastián Castella. Sustituto de Cayetano, apenas se dejó ver sino por un vibrante comienzo de faena a su segundo con pases cambiados por la espalda y el hilván con un manojo de muletazos. O sea, casi la nada.

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