martes, 30 de agosto de 2011

LINARES-JAÉN. A José Tomás se le enquistan las puertas grandes.

Linares amaneció ayer revolucionada y así se mantuvo todo el día. La presencia de José Tomás transformó la ciudad jiennense

Linares amaneció ayer revolucionada y así se mantuvo todo el día. La presencia de José Tomás transformó la ciudad jiennense de forma total y absoluta, algo que se trasladó al coso de Santa Margarita. Follón increíble con las localidades —este periodista lo vivió en primera persona, junto con el compañero de «El País»—, un baile de sitios que rozó el malabarismo de gente de la empresa y acomodadores por reubicar como pudieran al personal. Es lo que trae el de Galapagar.

En el ruedo la revolución la puso el local Curro Díaz con un toreo de muchos quilates en su primero. Tomás se encontró con un lote para hacérselo mirar. Que digo yo que si no se estará acordando de haberle negado el pan y la sal a Núñez del Cuvillo… Ayer, de nuevo, se fue por su propio pie de la plaza.
El primero de José Tomás evidenció que no iba a querer pelea. Y así fue. Lo intentó JT con el capote, dejando atisbos. Y con la muleta, el animal se tragó un comienzo de faena por alto, con trincherazo, cambio de manos y el de pecho que hicieron concebir esperanzas. Rugía la plaza y el madrileño se fue a los medios. Derechazo y al segundo, a tablas el de Las Ramblas. Allí se quedó. Puso todo y más José Tomás y le robó literalmente los muletazos, pero el toro salía distraído por completo. Una serie de manoletinas de frente fue de lo mejor. Y lo peor, la espada. Vaya el bajonazo primero...
El quinto, otro regalito: suelto de salida y sin querer acudir al caballo. Un manso de tomo y lomo. Claro, la gente quería el triunfo de JT como fuese, que para eso paga lo que paga. Se desgañitaron pidiendo su devolución. El caso es que se desplazó en la muleta, aunque sin fijeza y loco por irse a tablas, donde acabó. Lo toreó sin demasiado sometimiento en dos primeras series diestras ligadas, para estar mejor al natural. Ahí los muletazos tuvieron mayor empaque y solidez. El astado ya se iba y fue entonces cuando, a favor de querencias, le dejó una serie diestra muy buena, despatarrado, y unos ayudados por alto cuasi estatuarios de sabor añejo. Esta vez mató a la primera. Le pidieron las dos orejas, pero una fue premio justo.
Curro Díaz dejó toreo de aroma con el capote pero, sobre todo, con la muleta. Tuvo en el tercero un buen colaborador, aunque no la tonta del bote. Inicio majestuoso, doblándose para, acto seguido, cuajar una serie diestra con profundidad y empaque. Otra, más relajado y abandonado, hizo que los tendidos estallaran. Lo mismo que en el de pecho, donde se le quedó debajo el de Las Ramblas y le dio una voltereta de padre y muy señor mío. Se libró de milagro. Siguió por ese pitón enrabietado, aunque el toro ya se quedaba corto, algo que desarrolló más por la izquierda. El estoconazo fue contundente. Por cierto, vaya tercio de banderillas de José Manuel Montoliú. Para enmarcar, torero.
Esperaba un mundo el sexto en los primeros tercios. Derribó al picador y en la muleta nunca se entregó, haciendo hilo y sin humillar. Detalles toreros de Curro Díaz, pero faltaba la continuidad. Llegó el desarme y luego la vergüenza torera del linarense con la zurda, aguantando las quedadas. Anduvo muy por encima de lo que merecía el de Las Ramblas.
Juan José Padilla sólo pudo poner voluntad ante el manso y peligroso primero —con el que pasó apuros al recibirlo con el capote—, y arrancó una oreja al cuarto tras una faena que discurrió entre la ortodoxia, con muletazos de buen trazo, y los efectos especiales de su toreo de cara a la galería.
Fuente: abc.es/Fernando Carrasco.

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