viernes, 12 de agosto de 2011

HUESCA- Crónica de la segunda tarde de Feria. Jueves 11 de agosto.



Tarde de tres orejas pese a la mansada de Luis Algarra Perera se llevó dos trofeos, César Jiménez, uno y Talavante estuvo entonado
CARMELO MOYA 12/08/2011
El sexto toro de la tarde vino a salvar la honrilla de la ganadería. Tuvo movilidad y francas y repetidoras embestidas hasta el punto de obligar a Talavante a solicitar una tregua bien mediada la faena de muleta. Hasta entonces había conducido las arrancadas en cascada del toro con el único objetivo de vaciar aquel torrente que poco a poco le iba comiendo el terreno. Cuando pudo zafarse de él y se distanció, abrevió las series y se fue a la trinchera entre tanda y tanda. De no haber pinchado en una ocasión, la media estocada que derribó al toro hubiera merecido una oreja.
Ya en su primero había sido ovacionado por una labor tesonera y práctica de este nuevo Talavante que se ha despojado de las mandangas místicas que le han sobrevolado el coco estos últimos años merced al influjo del iluminado que le representaba. Así, con los pies en la tierra (y no levitando) estamos mejor. ¿O no?
El resto de la manada/mansada estuvo muy, muy, cerca de parecerse a la raza de lidia (aunque solo fuera por fuera) aunque sin conseguirlo. Cinco toros que murieron con la boca cerrada, evidencia de la nula entrega en la pelea. Un catálogo de lo que no debe de ser un toro bravo. Pura basura.
LOS ARTISTAS, DE OBREROS Y los artistas, descabalgados a la fuerza de su perfil más estético hubieron de enfundarse el mono de obrero y hacer el toreo de pico y pala. Encomiable la entrega y el tesón de un César Jiménez tan académico como anodino en su primero y muy currela en el cuarto, allí bajo las peñas de sol, esa novia a la que todos rondan aunque sea desafinando. Ese estajanovismo le valió una oreja que endulza un poco su paso por Huesca.
Y Perera, con premio en cada toro, vestido de verde (bonito detalle de complicidad) oxigenó su toreo quitándole parte de su característico encimismo. Ante los dos montones de carne se justificó de sobra tirando de granel y cobrando por tanto, al peso. Más, bendito sea. Demasiado hizo con lo que tenía delante. Un fenómeno.



Fuente: crónica que realiza D. Carlos Moya para elperiodicodearagon.com

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