sábado, 6 de agosto de 2011

VITORIA/GASTEIZ. Crónica de la primera de la Virgen Blanca 2011.



Plaza de Vitoria. 5 de agosto de 2011. Media entrada. Primera de la Feria de La Virgen Blanca.



Seis toros de Victorino Martín, que resultaron bajos de presentación, con poca fuerza y, aunque cuarto y quinto sacaron clase, estuvieron bajos de casta.
José Ignacio Ramos: pinchazo, estocada y descabello (silencio) y estocada espectacular (oreja). Juan José Padilla: pinchazo y estocada caída (silencio tras aviso) y pinchazo y estocada (oreja tras aviso). Antonio Ferrera: cuatro pinchazos y metisaca en los bajos (silencio tras aviso) y bajonazo (silencio).
Al terminar el cuarto toro, El Serranillo, el primer apoderado de Ramos, le cortó la coleta al diestro burgalés. Tras el paseíllo, los tres matadores dieron una placa de homenaje a este empresario.



Reproducimos la crónica que realiza para elpais.com, D. Álvaro Suso, sobre este festejo:



Un buen adiós

José Ignacio Ramos se cortó la coleta al matar al cuarto toro en medio de una emocionada plaza de Vitoria, su ciudad. A escasos metros de allí, en la plaza vieja fue donde se hizo matador hace ya 18 años. Y se marchó del toreo con una oreja, pero sus dos compañeros de cartel se encargaron de sacarle en hombros ante sus entregados paisanos. Se merecía un buen final aquel chaval que en los años ochenta comenzó una carrera que ayer llegó a su fin. Se despidió matando un toro de Victorino, como ha sido su carrera. Ramos encarnó durante muchos años la figura del novillero antiguo, hecho a sí mismo, de peregrinaje por los pueblos y con todas las dificultades por superar.
A los veinte años, este burgalés hecho torero en Vitoria, era capaz de ayudar a su apoderado en el montaje de una plaza portátil y triunfar al día siguiente en aquel recinto.
De pueblo en pueblo, apadrinado por el empresario vitoriano El Serranillo, se forjó en festivales con toros licenciados, de los que sabían latín, novilladas imposibles y festejos de los que, con especial habilidad, siempre salía en hombros.
Así, se hizo torero, con sangre, sudor y lágrimas. Su nombre se lo forjó en Francia, con imposibles ganaderías, que le servían para repetir en pocos festejos. Y de esta forma conquistó Madrid en las corridas más duras; a base de demostrar aquel oficio aprendido en capeas de pueblos castellanos.
Por eso, porque ha vivido la parte amarga de la fiesta, Ramos se merecía escuchar la ovación de la que fue su casa. Pidió hacer su último paseíllo en Vitoria y su mentor, El Serranillo, le cortó la coleta en medio de muchas emociones que se entrecruzaban.
Los victorinos no parecían dispuestos a ayudar a que la tarde fuera buena, pero el cuarto salió noble y con las fuerzas justitas, suficiente para que Ramos no dejase escapar la oportunidad. Ligó algunas series y la estocada fue espectacular. Una vuelta al ruedo con la oreja en la mano que le permitió despedirse del toreo con la misma dignidad y honradez que ha caracterizado su carrera.
Fue lo único destacable de la primera tarde de la feria vitoriana. Los toros de Victorino, carentes de fuerza y muy bajos de casta se cargaron la primera parte. Después, Juan José Padilla decidió cambiar la fiesta y comenzar un espectáculo cómico-taurino-musical, como se anunciaba El Bombero Torero, por ejemplo.
Fue cómico cuando jugó a dar golpes a la montera caída en el brindis hasta que acabó boca abajo; un mal chiste. Fue musical con sus dos despegados pares de banderillas al violín en el mismo tercio al quinto, hasta cinco puso de esa manera a la largo de la tarde. Y debió de ser taurino lo que hizo Padilla, porque entre los muchos trapazos en los que no se quedó quieto ni un segundo ofreció un derechazo reposado. Y como mató a la segunda solo logró una oreja.
Para el acto final, la tarde ya había entrado en una espiral de esquizofrenia. Salió el sexto, el más grande de la tarde, y derribó al caballo, después lanzó por los aires al picador y Ferrera decidió montar jaleo. Que se hable de mí aunque sea mal, debió de pensar el extremeño. Amenazó con no poner banderillas, protagonizó un esperpento de faena y mató de una puñalada. Pero estuvo listo y, para cuando la gente comenzó a abroncarle, cogió a José Ignacio Ramos en hombros junto a Padilla y así abandonaron el ruedo.

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