16/09/11 Manzanares, cuatro orejas en Albacete from MEDIAVERONICA
Toros
Se lidiaron tres toros de Juan Pedro Domecq (tercero, cuarto y sexto), pobres de presentación, el tercero noble y con entrega, el mejor, el cuarto, manejable, y el sexto, manejable y parado; dos de Parladé (primero y segundo), mal presentados, manso el primero y manejable el segundo; y uno de Luis Algarra, corrido como sobrero en quinto lugar, manso.
Toreros
Juan Mora, dos pinchazos y un bajonazo (silencio) y media estocada caída (silencio).
Sebastian Castella, estocada trasera (ovación tras petición de oreja), media estocada infame y seis descabellos (silencio tras aviso).
José María Manzanares, más de media estocada en dos tiempos (dos orejas) y estocada (dos orejas).
Incidencias
La plaza casi se llenó en tarde soleada.
Se desmonteraron Javier Ambel en el segundo, Juan José Trujillo y Luis Blázquez en el tercero y Curro Javier y Luis Blázquez en el sexto.
Reproducimos la crónica que realiza para latribunadealbacete.es, D. Pedro J. García:
José María Manzanares fue el triunfador de la tarde y será el triunfador de la Feria, ya que la actuación sublime de ayer, con el premio de cuatro orejas en el esportón, no se recuerda en mucho tiempo en el coso albaceteño. Un triunfo que comenzó a fraguar antes del paseíllo, ya que la plaza registró la mejor entrada de todo el abono, algo achacable a Manzanares, la figura que más público y aficionados ha llevado a los tendidos de la plaza. Así, la gran dimensión de Manzanares fue una sombra demasiado alargada para un Castella que ha pasado de puntillas y un Juan Mora que simplemente dejó algún detalle.
Vuelve el torero pródigo. Manzanares, autor de la mejor faena de la Feria de 2009, se perdió la de 2010 por una lesión, pero ayer volvió el torero pródigo, por todo el toreo que generó. Junto a El Juli, el jueves, han demostrado ser la verdadera base de una Feria que ha pesado demasiado en los toreros del doblete: Perera y Castella, que no se han quedado ni en puntales del abono, también con el medio toro, para que no haya ninguna duda.
Lo de El Juli del jueves parecía difícilmente superable, pero ayer apareció Manzanares, un dios vestido de luces, y cuajó una tarde sublime que, como dirían en el anuncio de una conocida cerveza, posiblemente será la mejor de mucho tiempo y que también le mantiene en el Olimpo actual del toreo, al que llegan los tocados por el arte, como el alicantino.
La tarde transcurría por el camino del tedio, con otra novillada infumable, hasta que saltó al ruedo el tercero, igual de anovillado, pero con cambio de protagonista, ya que tuvo la suerte de tocarle a Manzanares, quien en su faena de muleta paró el tiempo para que los presentes en la plaza disfrutásemos de una obra de arte, sin que corriese el reloj, porque cuando sonó el aviso a un servidor le parecía imposible que hubiesen pasado 10 minutos. El toque de trompeta sirvió para despertarnos de un sueño que, afortunadamente, era una realidad que nos había envuelto en el aroma del gran toreo de Manzanares. La faena, que comenzó con intensidad sobre la mano derecha, con series cortas de tres muletazos y el de pecho, rematado en el hombro contrario, con el ritmo que marcó Manzanares, dando tiempo al toro entre serie y serie, fue ganado en intensidad, gracias a un maestro con empaque que toreó con mucho gusto, sobre todo al natural, donde la primera serie, con seis naturales -los dos últimos magistrales y eternos- hizo que se el público se entregase, en cuerpo con los olés y en alma con el sentimiento que transmitía el diestro, que no cesó en las siguientes series, de muletazos templados, de mucho gusto, hondura y variedad, que dieron como fruto una obra sublime. Intentó la rúbrica con una de sus particulares estocadas recibiendo, pero quedó a medias, aunque el diestro no soltó la espada y se quedó en la cara del toro para empujarla en busca de la muerte del toro y su consiguiente trofeo, que se materializó en dos orejas, tras sacar el presidente los dos pañuelos sin titubear. No era para dudas, aunque nuevamente incido en que las orejas son despojos y que lo que deja poso en el aficionado es el toreo grande, como el de Manzanares en esta faena.
La merienda sirvió reponerse, sobre todo anímicamente, y cuando saltaron el cuarto y el quinto al ruedo volvimos a lo terrenal. Para regresar a un nivel superior fue preciso esperar al sexto de la tarde, donde, ante un toro de peor condición y menos entrega, Manzanares consiguió cuajar otra gran faena, más breve, pero también muy intensa, de gusto, temple y hondura, bajo los compases del pasodoble de la Banda de Música de Pozohondo, que se conjuntó perfectamente con el toreo del diestro y también recibió la ovación del respetable. Manzanares, consiguió, con los malos tonos del toro, dar colorido y brillo a una faena en la que, además, dejó un estoconazo recibiendo y de efecto fulminante para cobrar las dos orejas del astado y firmar una tarde para el recuerdo. Suyo y de los aficionados.
Del resto de la tarde, Juan Mora dejó algún detalle y Castella estuvo soso y frío.
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