Plaza de Valencia, 20 de julio. 5ª de abono. Casi media.
Quinta / Calvo, Sánchez, Aguilar
Toros de La Quinta, bien presentados. Lote con bastante que torear. Muy noble el sexto.
José Calvo: pinchazo, entera que asoma y descabello (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Tomás Sánchez: entera -aviso- y siete descabellos (silencio); estocada corta (saludos). Alberto Aguilar: pinchazo, bajonazo con guardia -aviso- y estocada (silencio); casi entera caída (oreja).
La Quinta pide toreros solventes
La corrida de La Quinta pidió toreros con actitud. Dado el caso que dos de los tres espadas andan metidos en la garganta profunda del escalafón, tiene mérito que tanto José Calvo como Tomás Sánchez superaran el trance con dignidad. La corrida fue más para el ganadero y el público que para el torero. Llamativa de presencia, con armamento muy astifino. En varas acudieron pronto y algunos con arrancada larga. Así fueron segundo, tercero, cuarto y sexto. Luego, bajo el implacable muro del peto, se emplearon tercero y cuarto. El quinto fue el de menos pelea, el sexto se sacudió y primero y segundo cumplieron. No parecieron cargados de dinamita en la muleta, pero escondían precisas intenciones: al menor descuido rebañaban en un palmo de arena. Ni deslucidos ni complicados al cien por cien, tampoco lelos. El sexto cayó como del cielo. Lucía dos velas de impresión y en la muleta fue muy cándido. No humilló, como signo de origen de la ganadería, pero tuvo acento de calidad.
A este sexto lo llevó muy toreado Alberto Aguilar. Se asentó a gusto y disfrutó. Equilibró la faena por ambas manos y las dos series con la izquierda fueron a cámara lenta, como la embestida del toro. Aguilar estuvo valentón y hábil en el mirón e incierto tercero.
Al cuarto, de poca entrega pero franco en la muleta, le sacó Calvo algún natural suelto, sin ligar ninguna serie, y un buen racimo aunque corto de derechazos con señorial empaque. El primero de la tarde acusó el castigo en varas. No terminó de pasar, se complicó al final y Calvo, que sorteó una colada, salvó la papeleta con autoridad.
El segundo derribó en varas y se quedó con la gente. Noblón y distraído, se medio dejó entender por un solvente Tomás Sánchez. Por la izquierda no lo cató. El toro se puso difícil después, sacó su listeza escondida y puso en aprietos al torero. En el quinto, que acabó pendiente de todo menos de la muleta, Sánchez puso la voluntad que había que poner.
Toros de La Quinta, bien presentados. Lote con bastante que torear. Muy noble el sexto.
José Calvo: pinchazo, entera que asoma y descabello (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Tomás Sánchez: entera -aviso- y siete descabellos (silencio); estocada corta (saludos). Alberto Aguilar: pinchazo, bajonazo con guardia -aviso- y estocada (silencio); casi entera caída (oreja).
La Quinta pide toreros solventes
La corrida de La Quinta pidió toreros con actitud. Dado el caso que dos de los tres espadas andan metidos en la garganta profunda del escalafón, tiene mérito que tanto José Calvo como Tomás Sánchez superaran el trance con dignidad. La corrida fue más para el ganadero y el público que para el torero. Llamativa de presencia, con armamento muy astifino. En varas acudieron pronto y algunos con arrancada larga. Así fueron segundo, tercero, cuarto y sexto. Luego, bajo el implacable muro del peto, se emplearon tercero y cuarto. El quinto fue el de menos pelea, el sexto se sacudió y primero y segundo cumplieron. No parecieron cargados de dinamita en la muleta, pero escondían precisas intenciones: al menor descuido rebañaban en un palmo de arena. Ni deslucidos ni complicados al cien por cien, tampoco lelos. El sexto cayó como del cielo. Lucía dos velas de impresión y en la muleta fue muy cándido. No humilló, como signo de origen de la ganadería, pero tuvo acento de calidad.
A este sexto lo llevó muy toreado Alberto Aguilar. Se asentó a gusto y disfrutó. Equilibró la faena por ambas manos y las dos series con la izquierda fueron a cámara lenta, como la embestida del toro. Aguilar estuvo valentón y hábil en el mirón e incierto tercero.
Al cuarto, de poca entrega pero franco en la muleta, le sacó Calvo algún natural suelto, sin ligar ninguna serie, y un buen racimo aunque corto de derechazos con señorial empaque. El primero de la tarde acusó el castigo en varas. No terminó de pasar, se complicó al final y Calvo, que sorteó una colada, salvó la papeleta con autoridad.
El segundo derribó en varas y se quedó con la gente. Noblón y distraído, se medio dejó entender por un solvente Tomás Sánchez. Por la izquierda no lo cató. El toro se puso difícil después, sacó su listeza escondida y puso en aprietos al torero. En el quinto, que acabó pendiente de todo menos de la muleta, Sánchez puso la voluntad que había que poner.
Foto: RULLOT
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