Morenito, durante uno de los lances con uno de los toros/FOTOS: KOPA
El valor de Morenito y los músicos salvan una tarde de la que se esperaba más
Autor:
Alberto Mahía
Siendo una buena tarde de toros, el aficionado esperaba muchísimo más de un cartel de alto copete. Uceda Leal y Eugenio de Mora son grandes toreros y Morenito de Aranda gusta mucho porque se pega a los bichos como para bailar un chotis, lo que le valió para cortarle las dos orejas a su segundo y empatar con Eugenio de Mora, que ofreció una buena faena en su primero, pero no tanto como para llevarse semejante premio. Leal casi se va de vacío si no es por el toro, que no por él. Puede que no fuese su día. O su plaza.
Y cuando no le sale nada al torero o no quiere que le salga, en esos casos lo mejor que puede hacer la afición es mirar para los músicos y pedirle que toque lo que sea, aunque sea la chica ye ye. Y la orquesta, de lo mejor de la tarde, estuvo comedida y brillante. Porque el público coruñés disfruta. Se lo pasa bomba. Los traspiés de los picadores les daban risa, los desplantes de Morenito de Aranda los extasiaba. Y cuando hubo oportunidad, y hasta cuando no, pidieron la oreja, que, como es sabido, verla, les provoca el colmo de la felicidad.
Fue evidente que Uceda Leal no estaba por la labor de sacar lo bueno que traían los bichos de los hermanos Lozano y Alcurrucén. Y como no es torero de gracietas y oropeles, de los que miran al tendido o se pasan la faena de rodillas, triunfar en esta fiesta de la oreja resulta complicado.
Por derechazos se empleó el madrileño y los pegó malísimos. Tenía la tarde aciaga y no daba pie con bola. En la brega capotera, un desastre. En el engaño, un calvario. Si uno no hubiese visto torear a Uceda como los ángeles, creería que no sabe. Así que este fracaso en la tarde coruñesa corresponderá atribuirlo a los toros, que no tienen defensa posible (se los llevaron a la carnicería y ya no pueden mugir).
Con su primero fue un poco vago y sin gracia. Pero mató bien y eso le valió la única oreja que se llevó del coso coruñés. Con el segundo, el madrileño demostró otro ánimo, y apartó de sí la abulia y la frialdad. Realizó una faena decente, pero debía de tener el coche mal aparcado porque sacó la espada de matar muy rápido, cuando todavía quedaba toro. Resolvió con una certera y grata estocada. Y pásmense. Nadie pidió la oreja. El presidente debió de alucinar.
Como Eugenio de Mora, que nada más salir un toro de media tonelada se lo llevó por delante y aquello debió de ser como ser atropellado por una furgoneta. Pero se levantó y fue a por el animal con tal ánimo de venganza que lo mató a la primera tras darle unos cuantos pases de verdadero maestro. No obstante, dos orejas fueron una exageración. Tal vez por eso no quiso abusar y con el segundo aburrió a las cabras y hasta el mismísimo toro, que si tiene una tele cerca la enciende.
En cuanto a Morenito de Aranda, decir que esos rodillazos, esos alborotos y esos estatuarios mirando al tendido gustan al respetable. Pero no solo hay que quedarse con esas cosas. El chico le echa valor. No tiene miedo ninguno. Se pone delante del toro como si se pusiera ante un chihuahua. Cierto es que abusa de los desplantes, de los saludos. Mira tanto al público que da la impresión de que está buscando a un amigo. Quitando eso, no lo hace mal.
Al primer toro no le cortó la oreja porque cogió al respetable camino del ambigú, que si no, apéndice al canto. Pero llegó su segundo, y sin ofrecer una faena tan buena se llevó las dos porque su toreo cerraba la feria de este año. Más de una caña de cerveza le debe al respetable por tan grande reconocimiento.
Así concluyó la feria del 2009, con una grandiosa faena de Castella, detalles de todos los demás y buenas ganaderías. Alberto Mahía
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