Tarde de lujo en el Bibio con cinco orejas, tres para José Tomás y dos para César Jiménez
IGNACIO PELÁEZ
12 de agosto. Tercera de feria. Lleno. Se lidiaron seis toros de la ganadería de Parladé. Bien presentados. Manejables en general. Destacaron el segundo y el bravo sexto, «Furtivo», número 14 premiado con la vuelta al ruedo.
Finito de Córdoba (pavo y oro): tres pinchazos -aviso-, dos descabellos (leves pitos); cinco pinchazos y dos descabellos (bronca).
José Tomás (tabaco y oro): estocada tendida y trasera y un descabello (dos orejas); estocada trasera y caída (oreja, con fuerte petición de la segunda).
César Jiménez (blanco y oro): pinchazo, estocada muy caída (silencio); media caída -aviso- (dos orejas).
Todo aquel que se encontraba ayer en la ciudad se acercó a ver qué pasaba en El Bibio.
Autóctonos y foriatos estaban presentes en la tercera de abono. Toda la expectación se centraba en un tal José Tomás. Empezó el paseíllo con los asistentes unos encima de otros, cambiaron la tela por el percal los toreros y comenzó la fiesta.
Empezó mal y acabó peor la tarde para Finito de Córdoba. Mil y una excusas buscó Juan para no torear al cuarto. El sitio, el vuelo de la muleta, lo dejó dentro y no apostó por él. Se fue el cuarto de la tarde con diez muletazos para el desolladero. El primero, manso de libro, no dio opción.
Salió el segundo toro de la tarde. Bonito de hechuras, lo paró José y le pegó unas chicuelinas muy ceñidas para llevárselo a los medios. No quiso el torero que se le pegara en el caballo y cambió el tercio. Suficiente fue la voltereta que se llevó el toro al salir del encuentro. No dejó el maestro que nadie lo tocara, le dio tiempo para que se recuperara del golpe y empezó la faena. Con el público siempre a favor, arrancaron los olés con cinco estatuarios sin moverse ni un centímetro. Remató por abajo y la tarde empezaba a tomar altura. Dando siempre tiempo al toro, con series cortas, por abajo y despacio, tras unos derechazos con verdad, mucha verdad, empezó a sonar «Nerva». El pasodoble acompañó los pases por el derecho mientras el toro tomaba la franela con alegría, se cruzó siempre Tomás al pitón contrario e iban a compás: música, toro y torero.
Cambio de mano y muleta en la izquierda. Sin desplazar las zapatillas lo toreó con hondura y belleza al natural. Cuajaron los molinetes en el tendido y tras el de pecho se quedó quieto. Citó al toro, ayudado por alto en un palmo de terreno, se plegó la muleta bajando la mano hasta el infinito. Tomás se fue a por la espada. Manoletinas de la casa para asegurar el premio. La obra estaba hecha.
Tras el desaguisado de Finito, que cumplió su función de telonero, saltó el quinto al ruedo. Nos privaron las prisas de ver a José a la verónica. Solucionó rápido el contratiempo, llegó el quite del torero. Gaoneras «made in José Tomás», con el pitón en los tobillos y el toro moviendo el fajín.
Sacó el toro al centro, igual no son los sorteos los que dan la suerte, sino el ponerse en un sitio y otro. Bajó la mano y se lo pasó cerca. Metió riñones y otra tanda de derechazos con el estaquillador acariciando la arena. En largo siempre, otros cuatro y el de pecho. El toro dijo nones por el izquierdo y Tomás volvió a cruzarse para robarle los últimos muletazos que le quedaban al de Parladé. Tomó el estoque y se fue trasera la espada, sólo faltaba que hoy nos pusiéramos tiquismiquis con el acero. Oreja para el maestro, que se fue en volandas por la puerta grande.
Todo hacía indicar que cruzaría a hombros el umbral de los triunfadores en solitario. Saltó al ruedo «Furtivo», herrado con el número 14, negro mulato. Lo vio pronto César Jiménez, que sin acoplarse con el tercero salió a por todas en su último cartucho. Disparó a dar desde el primer lance. Verónicas metiendo cintura y remate en los medios. La gente quería más. Despejó la plaza el madrileño y citó al toro. Quite por chicuelinas y tafalleras completado con una serpentina que levantaron los aplausos del público. No sólo había tomasistas en la plaza… Agarró rápido la muleta, brindó al público con la mente en el de Parladé y clavó las rodillas en la arena, lo llamó largo y se arrancó el toro, ¡Qué preciosidad! Templó en los dos primeros pases la embestida del astado y llegó el toreo por abajo, le ligó cuatro y el de pecho. Se descalzó y tocó la muleta, se arrancó el cuatreño y siguió enlazando pases por abajo y con dulzura, mucha la puso el toro. Le apretó en el cambio de mano y César solventó la situación con un farol para darle el de pecho. Muleta puesta en la cara, transmisión le sobraba al sexto. Tardó en llegar Jiménez al pitón izquierdo, gran pitón del toro. Largo como pocos se movió «Furtivo». Quería más el toro, buscaba el engaño, se lo dio el de Fuenlabrada y metió la cara por abajo, humillando como los bravos. Pegado a la muleta, seguía repitiendo y metiendo el hocico la joya de Juan Pedro. Llegaron los pases en redondo y el toro seguía con alegría y chispa. Volvió a ponerse de rodillas César Jiménez para calentar al tendido hasta el final. Se quedó en el centro del ruedo para ejecutar la suerte suprema, como se hace con los toros bravos. Bien por el torero.
Media caída y el toro se negaba a morir. Se resistía a perder la batalla. No la perdió, hoy «Furtivo» ha ayudado a que la Fiesta gane una partida contra ella misma. Demostró que sí hay bravos en las dehesas. Lo arrastraron las mulillas desorejado y César Jiménez abrió la puerta grande.
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